Tal hecho a Julio Chávez lo enorgullece. “Sobrevivirlo no es poca cosa. he pasado momentos de mucha angustia. Me considero un artista plástico, tengo la vocación, pero fue un hermano tardío, o al menos rápidamente el actor construyó identidad. he peleado para que eso no suceda o quise imponer al artista. hoy por hoy, admiro a mi artista plástico, porque sobrevivió al fracaso de eso, no se enojó y sigue gustoso trabajando. Más aún, ahora hasta se aprovecha de su hermano actor y lo manda a trabajar para que le traiga pomos y pinceles”, le dice a Convivimos.
Con el público quiere generar cariño y una experiencia de travesura, como las que él vivió creando o inspirándose. “Me da gusto invitarlo a participar en la construcción de un mundo imposible, pero que está en el interior de un problema estético. No me interesa establecer una pelea intelectual, porque no estoy sostenido por ninguna ideología ni vanguardia, sino contagiar una pregunta estética o afectiva”.
Piensa que el museo se encuentra en problemas, “los lugares legitimados para poner en contacto una obra con un espectador están muy dinamitados. La dificultad no es cómo acercar la gente a una muestra, sino cómo hacer que venga al museo, para que este pueda seguir existiendo. Actualmente, las personas vienen a ver fenómenos, eventos, merchandising. Por eso, la relación espectadorpintor es casi privada y muy particular”.
¿La última muestra que visitaste?
De Liliana Porter.
¿Un artista recomendado?
Pablo Suárez.
*Publicado en revista Convivimos. Agosto 2018.