Se corrió de su labor como fotoperiodista de contextos de violencia para cubrir el lado amable de la humanidad. Lo hace por todo el mundo arriba de una moto.
Por Dai García Cueto Foto Sebastián Salguero
Walter Astrada necesitaba descansar los ojos. Durante seis años, sin parar ni un día, fotografió la muerte y el horror en diferentes países del mundo. Si bien aún le quedaba rollo para seguir enfrentándose a estos temas, mientras cubría una epidemia de cólera en Haití, en 2010, se dio cuenta de que le hacía falta
cambiar el foco.
Siguió contando historias con imágenes, pero ahora captura el otro lado de la humanidad, el de la cotidianeidad apacible y amable: una persona paseando a su perro, otra descansando o yendo a trabajar,
en sus paisajes urbanos o rurales. Para eso, aprendió a manejar una moto–así no depende de horarios de trenes ni colectivos–, cargó su equipo fotográfico y salió a recorrer el planeta. “No tengo ningún punto definido, es más relajado. También voy con cero ideas para las fotos. Cuando llego a un lugar, aparco la
moto donde pueda y salgo con la cámara a dar vueltas, a fotografiar lo que me cruzo. Puede ser que no haga fotos y no pasa nada”, cuenta sobre esta iniciativa a la que llamó “The Journey”. Bautizó a la moto “Atenea”, como la diosa de la sabiduría, “así alguien en el viaje tiene conocimientos y la capacidad de adaptarse”. Es una Royal Enfield con la que ha recorrido más de 100.000 kilómetros, y continúa. Partió de Barcelona,
donde tuvo su última casa, el 1° de mayo de 2015 y pasó por Francia, Grecia, Albania, Croacia, Turquía, Armenia, Uzbekistán, Mongolia, Rusia, Corea del Sur, India, Birmania y Vietnam, entre otros países.
Se decidió por la fotografía a los 13 años, después de ver una muestra sobre el levantamiento de los “carapintadas” en el teatro San Martín de Buenos Aires. Se guardó el secreto, porque sabía que en su casa no podían cumplir su deseo. Entonces, esperó hasta los 18, estudió Mecánica de Aviones y trabajó tres años en Austral para contar con sus propios recursos económicos para formarse. Hoy, parte de esos conocimientos le sirven para resolver cuestiones mecánicas de la moto. Sin saber usar la cámara, empezó a hacer cursos para aprender a manejarla. Al segundo taller ya contaba con un porfolio con el que se ganó una pasantía en La Nación. “Aguanté dos años. El diario no era el lugar para expresarme. No creo que hoy un medio de comunicación sea el mejor lugar para hacerlo”, sostiene. Así que armó las valijas y se fue de mochilero por la región hasta que se colgó la credencial de Associated Press en Bolivia, Argentina, Paraguay y República Dominicana. El resto de su trayectoria ha sido como freelance para la Agencia France-Presse, entre otras. En
2007, 2009 y 2010 obtuvo el World Press Photo Award, en las categorías Temas Contemporáneos y Notas de Actualidad, un prestigioso premio de los medios de comunicación.
¿La foto es aventura?
La foto es una excusa para entrar en la vida de…, para ir a algún lugar. Hay cosas que no vería si no trabajara haciendo fotos.
¿Cómo llegás a la historia?
Escucho mucho, leo, observo, hablo. Más que nada es observar y estar atento. Estamos acostumbrados a que nos den todo resuelto, hay algo en la educación que no te permite ser analítico, ser crítico y llegar a conclusiones propias. Aceptamos todo a rajatabla, no cuestionamos nada, por eso nos va como nos va.
¿El fotoperiodismo ha ido cambiando?
Un montón. El principal cambio es que no se puede vivir del fotoperiodismo, se perdió el espacio en diarios y revistas para publicar el material, ya que las coberturas se volvieron más superficiales y poco profundas.
¿Cuál es la urgencia del oficio?
Hacer nuestro trabajo. Al ser parte del poder, la prensa está cómoda, y entonces muchos reporteros también, olvidándose de que su trabajo es informar. Por eso, el término “medios de comunicación” está bien utilizado, comunican, pero no informan, incluso tergiversan y mienten. Muchas veces, los fotógrafos no se dan cuenta de que su labor es ser el perro que les muerde los talones a los poderosos. Con este trabajo creás conciencia.
¿En la Argentina hay temas que no están siendo tratados?
Están siendo tratados de manera personal, porque en los diarios no hay espacios. Hay fotógrafos que son muy críticos para con su trabajo, pero les cuesta mostrarlo y distribuirlo. Me parece que en el país no se cubre como se debería la política, porque en casi todas las provincias el periódico local es amigo de los poderosos.
¿Cómo te llevás con vos mismo viajando solo?
En el medio de la nada, el pensamiento recurrente es “Ahora se me va a romper la moto”. Te tenés que llevar bien, porque si no, te matás. Te vas conociendo, te aceptás como sos y ya está. Viajar solo no es un problema, al contrario, coincidir con gente no me gusta, necesito algo de soledad. Aunque me dicen que soy social, me considero un poco antisocial, hay cosas de la sociedad que no me gustan nada.
Café con POCO
“Tomo café solo, no me gusta la leche, es de los terneritos; con azúcar y al estilo americano, medio aguado, lo que me convierte en enemigo de los cafeteros”, confiesa. Para continuar con el viaje, realiza talleres, vende
postales y recibe contribuciones a través de www.wathejourney.com, la página donde va registrando su aventura. Le gustaría llegar a China, pero es el lugar más complicado, porque es caro ingresar la moto. “La limitante mundial es el dinero”, dice.
*Publicada en revista Convivimos. Marzo 2019.