Todos los días, Gastón Pauls ve una película; muchas lo han marcado en algún momento. Los unos y los otros, Las alas del deseo y Drácula son algunas de ellas: “Hay films que me han cambiado la vida y agradezco ese momento. Algunas no las vi más, otras he necesitado volver a verlas una y otra vez”. También sabe que la experiencia del otro lado de la cámara puede ser transformadora, entonces prefiere que los rodajes le dejen buenos recuerdos. “No es tan fácil que ese resultado sea positivo, porque con tantas personas en un equipo
son muchas energías cruzadas. Lo único que espero es que el momento del trabajo sea disfrutado”.
El cine es el lenguaje que más feliz lo hace, y su participación en la pantalla grande está siendo intensa. El año pasado rodó siete largometrajes, en marzo estrenó La guarida del lobo, en abril Palau y en este momento se encuentra filmando en Misiones. “Sin embargo, me costó más de cincuenta películas poder actuar con libertad, hacer lo que salga espontáneamente de mi corazón y mi alma, sin esperar el aplauso, la aprobación o la crítica ajena. Hacerlo como si fuera un juego”. Además, a esta altura de su trayectoria elige los papeles en función del grado de verdad que ofrezcan: “Tienen que tocar algo en mí. Por eso miro que el guion sea
genuino, más allá de si es bueno, que sea original y haya una búsqueda del director”.
¿La última película que viste?
Con mis hijos, Cómo entrenar a tu dragón, de Dean De Blois.
¿Una que recomiendes?
Happiness, de Todd Solondz.
*Publicada en revista Convivimos, abril 2019.