Gustavo Garzón había encontrado su techo en la actuación, pero la dirección y la escritura le devolvieron la pasión que estaba perdida. “Todas las actividades tienen ciclos de descubrimiento, de aprendizaje, y luego cuesta dar un paso más allá. Pero me reinventé. Por ejemplo, ahora encontré el gusto a subirme a un
escenario saliendo de la ficción. Me encuentro en un nuevo camino, se me fue el aburrimiento y estoy despierto como actor”, le confiesa a Convivimos.
También le devolvió ese placer de actuar ser parte de , la película dirigida por Ana Katz, donde comparte el protagónico con Mercedes Morán. “Encontré un grado de verdad muy interesante. Además, era un desafío porque tenía una directora muy tenaz tratando de sacar lo mejor de mí”, cuenta.
Conociendo ambos roles, asegura que los actores tienen que aprender a autodirigirse y que él lo hace todo el tiempo. “No somos muy dirigidos en general, no siempre los directores lo hacen, están más pendientes de la cámara. Ana es una excepción. Como actor tenés que llevar una propuesta, porque si no, corrés peligro de
quedar en la nada y ser indiferente al público”. Sin embargo, afirma que el problema fundamental del
cine son los guiones, ya que escasean los buenos y son la base imprescindible para obtener un buen film.
¿La última película que viste?
Casualmente, Sueño Florianópolis.
¿Una que recomiendes?
Lucky, de John Carroll Lynch, y el documental Down para arriba.
*Publicado en revista Convivimos. Enero 2019.