Actor, dramaturgo, director y payaso, Ernesto Parra comparte su experiencia y revela que de una nariz roja hay mucho por aprender.
Por Dai García Cueto Foto Sebastián Salguero
Papote tarda quince minutos en prepararse para subir al escenario. El rostro de Ernesto Parra, el hombre que le da vida, se esfuma detrás de unos sonrojados cachetes, unas pequeñas cejas negras que saltan divertidas
sobre los ojos y la infaltable nariz roja. Siempre que sale a escena lo hace con una enseñanza: “La cuestión es que humanamente estemos dispuestos a aprender de los clowns, tienen mucho para ofrecernos, pero a veces el ego no nos deja. Ellos, humildemente, nos hacen caer y se empoderan de nosotros para mostrarnos eso”, cuenta Ernesto. Su profesión es hacer el ridículo frente a los demás y, aunque lo parezca, no es cosa de locos. Encuentra en el arte clown la técnica para contar historias, reflejar problemáticas y dibujar una sonrisa. “Ser payaso tiene mucho de reflexión”, asegura, mientras se muerde la lengua para que Papote no interrumpa la conversación. Es que su alter ego payaso, a quien “conoció” hace veinte años, está siempre presente, y todos los días le recuerda que hay que tener esperanza en la humanidad.
Nacido y criado en Las Tunas, Cuba, eligió su ciudad para desarrollarse artísticamente y fundar el Teatro Tuyo, un espacio cultural de entretenimiento, formación e investigación. “La tuna es un cactus que florece una vez al año. Con el teatro queríamos ser esa flor que, aunque sea por una vez, embellece las espinas”. Es la única escuela de payasos de la isla, donde los aspirantes se forman en diversas áreas, “porque un clown es un actor total, es el resultado de todas las disciplinas escénicas en un actor”.
¿Teatro es lo mismo que clown?
Sí, todo hecho que se represente sobre un escenario es teatro, siempre y cuando tengas una historia que contar, un público a quien se la cuentes, un lugar donde la cuentes y quien lo haga. En nuestro caso, hemos elegido el clown como herramienta comunicacional para transmitir valores e ideología, en el sentido de
crecimiento. El clown no es un ente que divierte solamente, el entretenimiento es un medio que tiene como fin provocar la emoción en el espectador y transmitir una enseñanza en lo que cuenta.
¿Cómo alguien se da cuenta de que su vocación es ser payaso?
Tú, sin actuar, eres un clown, pero no lo sabes. Hay cinco categorías que rigen esa naturaleza con la que nacemos todos: cómica, inesperada, exagerada, ridícula y absurda. ¿Dime si en algún momento del día no transitas alguno de esos elementos? Es decir que todos tenemos alguna dimensión clownesca natural. Lo
que ocurre es que algunos nos encargamos de encontrar que hay una segunda dimensión, que es la escénica.
¿Hay prejuicios en los adultos?
Claro. Es lo primero que hacemos los padres: a ese clown natural que es el hijo, empezamos a vestirlo, a condicionarle su propia inocencia. Somos los primeros en enseñarles a mentir: “Si me buscan, diles que no estoy”. Comenzamos a invadir un mundo ingenuo donde el niño no teme ocultar el ridículo ni lo que siente
ni lo que piensa, no transita de un estado de ánimo a otro de manera brusca.
¿Por qué?
Nadie se ofendería si le dicen “¡Qué médico eres!” ni se sorprendería frente a un abogado. En cambio, el término “payaso” es peyorativo en diferentes circunstancias, porque es el ridículo que se expone ante los demás, hacer de eso una profesión es como una locura. Sin embargo, algunos hemos hallado más que una pasión, el arte clown es una herramienta para hacer mejores personas a los demás. Encontramos en el payaso
ese marco de decir, de liberación, donde puedes exponer tu propio ridículo, no solamente para buscar que se rían de ti, sino junto a ti, y de esa manera encontrar otra arista de un problema. Por eso, a los profesionales nos toca demostrar que es un oficio placentero y digno. Así como un médico cura el cuerpo, nosotros somos unos curanderos del alma.
¿El personaje va madurando?
En mi experiencia sí, aunque sigue teniendo una proporción más infantil. Lo que pasa que, como todo niño que crece, va teniendo conciencia de otras problemáticas.
¿Solo podrías ser un payaso?
Yo sí. Porque tenemos una personalidad que nos van condicionando los padres y que en la adolescencia se va
perfilando con la vocación y el temperamento. Psicológicamente estamos divididos en coléricos, sanguíneos, flemáticos, románticos… Es científico. El personaje aparece de esa conexión con tu alter ego, con la naturaleza que te habita, entonces es complicado crear más de uno. Profesionalmente, antes que nada, uno es actor. Cualquiera puede ser payaso, pero un actor tiene conciencia de esto, porque a ese personaje lo vas a
arropar de un comportamiento corporal y físico. Como actor, sí puedo trabajar en otros géneros, pero como personaje, solo puedo ser Papote.
Café puro
“Pa´l cubano café, compañera”, pide Ernesto Parra cuando empieza a girar la tradicional ronda de mates.
A pesar de haber visitado varias veces la Argentina, confiesa que no es amigo del mate, y mucho menos si es amargo. Dice que si en su viaje pasa por Buenos Aires, necesita escuchar el tango Volver: “Es como si fueras a Cuba y no te tocaran el Chan Chan”.
*Publicada en revista Convivimos. Enero 2020.