Martín García contaba con dos discos cuando se planteó cómo era su propia voz. “Me sentí invadido por las voces de mis referentes musicales y, en paralelo, por mandatos sociales y familiares. Entonces me hice esa gran pregunta y creo que la respuesta está en el camino. Traté de dejar de lado lo cerebral de las cosas
y sentirlas desde mi cuerpo, y que el cuerpo abra los senderos”, cuenta. Se confiesa hiperactivo, incluso le cuesta ponerle un stop a su cabeza, sin embargo, en los momentos de silencio es más él. “Por eso ando en busca de sonoridades más chiquitas y minimalistas”.
En sintonía con esta etapa, el nuevo disco se llama Mutar. “Me inspiró el coyuyo o chicharra, que cuando necesita continuar su vida, sale de su esqueleto y blandito se enfrenta a lo que venga. Esa mutación vivía yo: dejar de hacer en una forma conocida para encontrarme con otras maneras”.
Vive en Tucumán, pero está pensando en mudarse a Buenos Aires, “porque es cierto que Dios atiende allí. También el diablo”. Las principales dificultades las encuentra en la comunicación: “Hoy cambia todo de una manera vertiginosa, cuando te adaptás, ya está pasando otra cosa y tenés que cambiar para seguir vigente. Por otro lado, es tan democrático el modo de comunicar que uno compite por la atención del oyente con un montón de propuestas, no solo musicales”.
¿Un disco que estés escuchando?
Manga, de Mayra Andrade.
¿Uno que recomiendes?
Instrucciones para convertirse en hombre bala, de Fede Baccino.
*Publicada en revista Convivimos. Abril 2020.