“Cualquier historia merece ser contada, tendrían que alcanzar las palabras más simples para decir quiénes somos. La identidad debería poder ser decible. Y la literatura es un espacio maravilloso donde pue-de suceder”, dice el escritor Juan Solá, quien lo vuelve a intentar en su última novela, Invisible. En esta oportunidad indaga sobre la locura, el duelo y la relación del mundo adulto con la infancia. La escribió el verano pasado en 30 días, y el resultado es un texto libre. “Hay un final abierto, muy personal, para lograr que cada lector pueda hacer su análisis, más allá de la guía marcada del autor”, cuenta desde Re-sistencia, ciudad donde creció siendo un escritor precoz.
Publicó por primera vez a los diez años, pero se alejó de la litera-tura desencantado de los efectos del mercado en el arte. Se reencontró de más grande y lleva editados cinco libros. “Pareciera que no hay punto de encuentro entre los diferentes protagonistas, pero en rea-lidad todos apuntan a la posibilidad de ser personajes orgullosos de nuestra identidad. Y las historias están protagonizadas por gente muy diversa, homosexuales, trans, gordos, personajes con la cancha mar-cada por el deber ser, tratando de romper esos círculos que marcan nuestra existencia”.
¿Un libro que recomiendes?
Cometierra, de Dolores Reyes. Trato de leer a mujeres porque la literatura ha estado muy sesgada por la mirada del varón.
*Publicado en revista Convivimos. Febrero 2021.