El galán de las telenovelas sigue buscando nuevos desafíos. Protagoniza una obra de teatro que gira por el país y anhela concretar su segunda película como director, un rol por el cual dejaría la actuación.
Antes de entregarse al sueño, Arnaldo André piensa en cosas bonitas. Recuerda algún momento agradable del día o reflexiona sobre el capítulo de la novela que acaba de leer en la cama. Jamás se duerme con algo negativo en la cabeza. Ese debe ser uno de sus secretos para que a los 77 años esté impecable y vital.
Si piensa en su carrera, tiene varios momentos por los cuales dormirse con una sonrisa. Sin embargo, hombre exigente y obsesivo, hubiera querido más. La televisión argentina fue suya del 70 al 90, cuando las telenovelas incendiaban el rating. Junto con el formato, se fue apagando su aura de galán. “Necesité un cambio diez años antes de que apareciese otro personaje. No me lo ofrecían, y yo sentía que ya lo había dado todo, no tenía margen de cambio en ese rol. Deseaba hacer otra cosa, hasta que finalmente se fue dando de a poco. No se creía que podía hacer comedia, y trabajé en Gerente de familia, luego lo mismo con el drama e hice Valientes”, le cuenta por teléfono a Convivimos con la misma voz profunda que trascendía la pantalla en Pobre diabla, Piel naranja, Amo y señor o El infiel.
Nacido en Paraguay, su primer trabajo fue de cartero a los 12 años tras la muerte de su padre. Después de pasar por las radios de Asunción como locutor, partió hacia Buenos Aires convencido de que triunfaría con la actuación. Todavía no llegaba a la mayoría de edad, pero su deseo era muy grande. Cuenta que se imaginaba que lo descubrirían actuando y le darían una oportunidad. Así sucedió: el productor que lo vio fue Daniel Tinayre, quien le ofreció un papel al lado de Mirtha Legrand en la obra teatral 40 quilates. A partir de ahí, la trayectoria de Arnaldo sería imparable, incluyendo trabajos en el exterior.
Amante del séptimo arte, deseaba ser una estrella de cine, pero sus participaciones en películas le saben a poco. Confiesa que hoy es capaz de dejar la actuación por la dirección cinematográfica, un rol en el que se siente muy a gusto. Su ópera prima fue Lectura según Justino (2013), y mientras sigue presentándose en los teatros del país con Mentiras inteligentes, prepara un segundo film.
Publicaste “Por lo que usted y yo sabemos”, tu biografía. ¿Qué aspectos de tu carrera te sorprendieron?
Descubrí cosas olvidadas, que había logrado y que habían dejado de tener valor para mí. Cuando debí acudir a recortes de revistas y a mis fotos impresas guardadas en valijas, me encontré con otro personaje, no era yo, eso me sorprendió muchísimo. En este momento de mi vida, por la pandemia y por mi edad, vivo en el presente. Estoy pendiente y disfruto del hoy, entonces si de pronto alguien me sorprende con algo del pasado, siento ese “¡Mirá todo lo que he hecho!”.
Son 50 años de actuación… ¿Has logrado ser el actor que buscabas?
Me hubiera gustado incursionar más en el cine y en papeles más comprometidos. No quiero ser injusto con la televisión, que me dio tantos éxitos y posibilidades, pero sí me hubiera gustado interpretar otro tipo de personaje. Si bien quizá en el último tiempo lo hice, me hubiera gustado que fuera antes, me quedé con las ganas. Ahora trato de elegir bien lo que se me ofrece.
Hablás del cine como un sueño incumplido, ¿estás resignado?
No me resigno a nada. Estoy en continuo movimiento: mientras el cuerpo y la mente me lo permitan, voy a seguir trabajando. Seguiré luchando por mantener una imagen por la que he trabajado muchísimo, que tiene que ver con el respeto al espectador, por la conducta personal y laboral, intentar en lo posible que aquello que presento al público tenga un nivel de calidad.
¿Qué te enseñó el éxito?
Cuando hablo de respeto al público, también hablo de la gente con la que se trabaja. Por eso, siempre digo que el éxito no es individual, yo soy parte del éxito. Y no lo habría sido si no hubiera tenido aquellos productores, directores y colegas. Entonces, el éxito me enseñó a conocer el respeto y la humildad, a no creérmela, a saber que lo que hacemos lo hacemos en conjunto. Luego, con las pausas laborales no deseadas por mí, entendí que es efímero, es una pompa de jabón que está ahí y de repente se va. Y hay que seguir buscando el éxito una y otra vez, no es perenne.
¿La dirección de cine es un rol en el que te estás encontrando más?, ¿o lo tuyo es la actuación?
Cuando dirigí mi primera película, sabía que iba a estar cómodo, que me iba a gustar, y la realidad me lo demostró. Es el rol donde mejor me siento, donde me olvido del actor, que tranquilamente puede colgar los guantes frente al director. Me encanta la dirección, pero no siempre hay posibilidades. Es una pasión desde mis primeros tiempos de actor, cuando observaba mucho lo que hacía el director, cómo ponía la cámara, pero sabía que no era el momento.
“EL ÉXITO ME ENSEÑÓ A CONOCER EL RESPETO Y LA HUMILDAD”.
¿Qué sentís en el escenario?
Es una cosa rara, porque solo pensás en el personaje que estás interpretando. En la tevé, ese acercamiento de la cámara te hace sentir menos relajado, porque sabés que trabajás para esa cámara, pensás en no salirte del cuadro de luz, decís un texto que fue aprendido en poco tiempo, todo eso junto da cierta inseguridad. Donde más disfruto y siento lo que estoy haciendo, entregado totalmente al personaje, es en el escenario. Yo no observo al espectador hasta que se baja el telón. Durante la función me olvido de que estoy en el escenario y me divierto con mi personaje. Es un placer enorme, como el de aquel que está bebiendo el mejor vino o comiendo el mejor menú.
Te conocés bastante, ¿qué te agrada de vos y qué no tanto?
Me gusta mi sentido del humor, no puedo estar un momento sin tenerlo, sin que en una conversación se derive un comentario que invita a la risa. Lo hago hasta cuando voy a un café, y le hago un chiste al camarero. Ese espíritu joven, si se quiere. Además, estoy feliz con la paz que he obtenido trabajando muchos años. Por otra parte, a veces tengo rasgos de intolerancia, no me tomo el tiempo y reacciono. Ese es el Arnaldo que no me gusta.
Sos un tipo obsesivo, ¿eso siempre juega a favor?
Sí, me gusta el orden. La casa tiene que estar ordenada y cada cosa en su lugar. Me obsesiono en los pequeños detalles. Eso trato de decírselo a mis amigas: si dejás las llaves o el celular siempre en el mismo lugar, los vas a encontrar.
También sos seductor y has confesado que hasta lográs neutralizar a los enemigos. ¿Es algo innato o lo aprendiste en las telenovelas?
Es innato, producto de aquel joven que a los 17 años llegó a la Argentina. Todo era desconocido para mí y quería quedar bien. En Paraguay somos siempre de una sonrisa, así que puse todo ese arte de seducción para poder caer bien en mi trabajo, en la oficina, luego en los papeles. De ahí nació.
¿Te tienta la juventud o estás en armonía con la madurez de la vida?
Estoy en armonía con la madurez de la vida. Admiro la juventud, pero no podría pasar tiempo con jóvenes, ellos tienen su manera de ver el mundo, su ritmo. Me gusta observarlos, pero prefiero estar con gente grande, con la que uno pueda intercambiar más. Los jóvenes de hoy no son como los de antes. Envidio solo que conozcan tanto de tecnología, yo no sé nada más que atender WhatsApp. Igual, este es el lugar que me toca, no hago ningún esfuerzo por ir y aprender y demás.
Contás que ahora vivís más pendiente del presente que del futuro, ¿qué debe tener el presente para que te sientas bien?
Simplemente la salud necesaria y la paz para poder disfrutar de la vida.
Chipá o torta frita: chipá.
Mate o tereré: mate.
Telenovela o serie: serie.
Polka paraguaya o chacarera: polka paraguaya.
Un artista paraguayo que admires: José Asunción Flores, creador de la guarania.
Uno de la Argentina: Mercedes Sosa.
Jugando con el nombre de la obra Mentiras inteligentes, ¿siempre la verdad o vale mentira?: vale alguna mentira de vez en cuando.
Publicado en revista Convivimos. Septiembre 2021.