“ME PREOCUPA QUE LA SALA DE CINE ESTÉ EN EXTINCIÓN”. ALEJANDRO COZZA

Cinéfilo y realizador, presentó su primera película. Charla con un cordobés que conoce el cine por dentro y por fuera. 

Foto: Sebastián Salguero

Alejandro Cozza presentó su ópera prima, Todas las pistas fueron falsas, en el Cineclub Municipal de Córdoba y estuvo presente en casi todas las funciones. No es nuevo en el mundo del cine cordobés, al que conoce como cinéfilo, crítico, guionista y director en colaboración. “Estoy muy contento de mostrarla en pantalla grande, porque si la soltás on-line, sentís algo inconcluso, que es el calor de la gente y hablar luego sobre qué te pareció, en las redes sociales no se termina de generar esa dinámica”, cuenta.

Enamorado del cine desde la adolescencia, confiesa que no se pasa el día mirando películas, salvo que sea programador de algún festival o ciclo de cine, pero que su base de visionado es muy extensa y, aun así, conserva su curiosidad frente a cualquier oferta. “En la cuarentena me agarró una racha con el cine de terror italiano de los 60”, revela rodeado de más de quince mil DVD con films de todo el mundo en su videoclub, “El séptimo arte”. Lo abrió hace dieciocho años, dejando lugares libres en su casa que ahora se llenaron de vinilos y revistas. “Tuve la suerte, sobre todo para el bolsillo, de convertir mi fetichismo en una profesión, porque si no, es un presupuesto que no tendría jamás como laburante”, sostiene con una sonrisa.

Le fascina hablar de cine, entonces si le piden recomendaciones, él, encantado, despliega opciones. “Sin embargo, me preocupa cuando en una reunión solo se habla de series. Ahí me quedo callado, porque no conozco tanto y siento que son experiencias individualistas, reducidas en su espectro de propuestas”.

 

¿Cómo fue la experiencia de dirigir solo?

La presión es mucho mayor porque estás desnudo en todo sentido. Las otras películas fueron más como un juego. Al encarar una peli en la que me tenía que hacer cien por ciento responsable de todas las imágenes y lo que se dice en ella, porque soy el guionista –por más que está basada en la novela En el vientre de Levyathan, de Dante G. Duero–, la exposición es más grande, ya no es tanto un juego, es algo que te está interpelando fuerte y tenés que prenderte fuego con el film, no podés ir a lo tibio, hay que ir a lo que sea.

 

¿Qué cine querés hacer?

Hay cineastas que tienen las cosas muy claras, que controlan todo, escriben y filman tal cual. Yo estaba en la antípoda de ese ejemplo, entendiendo que hay otro tipo de cineasta que comprende al cine como una experiencia hacia el mundo. Así vas al rodaje con un guión muy abierto para que el equipo y la forma en que la producís te propongan cosas, a que la realidad te inspire, a que mis ideas preconcebidas sobre el cine, la técnica, desde la crítica y la cinefilia, interfieran lo menos posible.

 

¿Querés filmar otra película?

Sí. Pero hay mutaciones muy grandes en lo audiovisual de las que hay que hacerse cargo. Esta manera de hacer cine no es la más sencilla, y no sé si estoy dispuesto a tirarme de cabeza a un proyecto con estas características tan inmediatamente. No es que no me gustaría, pero una cosa es querer hacer y otra es el formato de producción, no es que uno se levanta con el capricho y ya; es mover un mundo realmente grande que excede lo creativo. Antes de pensar qué quiero hacer, primero debería pensar cómo, qué modelo de producción encuentro que me satisfaga.

 

¿Qué está cambiando?

Todo, cómo se mira, cómo se exhibe. Tengo conflictos frente a los cambios en la exhibición, porque las pelis no tienen salida. El esfuerzo es muy grande, la plata es mucha, uno compromete demasiado y tenés muy poquita pantalla, entonces terminás soltando el film en plataformas de streaming, que es como tirar una botellita en el mar. Cambiando las ventanas cambian los espectadores, los temas, las intenciones, las dinámicas y, después, cambia el modelo de producción en función de todo eso. Hasta me atrevo a decir que estoy perdido, el medio es hostil.

 

¿De chico, ibas al cine o alquilabas en el videoclub? 

Era más del videoclub porque no había mucho cine en Río Tercero, donde crecí. Alquilábamos una peli el sábado a la noche y lo que más me gustaba era discutirla con mi familia el domingo en el desayuno. Desde ahí siento que una película se completa luego con la interacción con los demás. Después me hice un bicho del cine. El videoclub me abrió el juego a las posibilidades; y ese es el objetivo de mi videoclub, que se encuentre cine de todo tipo, eso es indispensable. Pero la verdad es que no los extraño porque necesitamos más que nunca las experiencias con los otros en las salas. Que alguien esté en su casa viendo una maratón de series no me entusiasma, no me interesa que exista. Estoy a favor de que la gente se junte en un ritual alrededor de un objeto artístico X. Lo que extraño es la sala de cine, me preocupa que sea un espacio en extinción.

CAFÉ MOTOR

“Necesito el café como motor para salir por la puerta de mi casa. Después me puedo tomar un montón a lo largo del día, porque el café es una invitación a juntarme con otros y eso me gusta”, confiesa. No le gusta el pochoclo, pero acepta que otros coman en el cine: “Que hagan lo que quieran, que la sala tenga vida, que sea un ritual”. Es el presidente de la Asociación de Amigos del Cineclub Hugo del Carril, coguionó y codirigió seis películas, entre ellas De caravana, de Rosendo Ruíz, y también, en colaboración, publicó dos libros.

CAFE CON ALEJANDRO COZZA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*Publicada en revista Convivimos. Mayo 2022.