“Leer me lleva de viaje”. Juan Forn

Escritor y lector voraz, pasó por distintos géneros de la literatura, el periodismo y el mundo editorial. Caminata imaginaria con un hombre que lee y vive junto al mar.

Foto Alejandra López

Los libros en su casa no permanecen para siempre. La biblioteca de Juan Forn (56) es rotativa: “Si entra un libro, debe salir otro”, cuenta. Es sólo una cuestión de espacio. El que sale lo dona a la Biblioteca Popular de Villa Gesell. Y si los necesita, va y los pide prestados.  El autor de la novela Puras mentiras, y los cuentos de Nadar de noche dice que caminar y nadar son las dos mejores maneras que conoce de escribir. Afirma que encontró en el mar la forma de juntarlas. Vive en Villa Gesell desde 2002 y, todos los días, o casi, camina por la playa, acompañado de una lectura, esa que lo está cautivando. «Leo más de lo que escribo. Leo todo el tiempo, básicamente. Me gusta con locura leer. Me abre la cabeza, me lleva de viaje, me sumerge en el mundo. Escribir, al menos en mi caso, es una consecuencia de ese trip”.

A partir de 2008, ese viaje hace escala en las contratapas del diario Página/12, donde publica los viernes. Son las historias de diferentes personajes, como escritores, filósofos y artistas, contadas con el estilo de Forn, nadando entre la crónica y la narrativa. Recientemente, reunió algunas de ellas en un libro titulado Los Viernes (Planeta).

Era jovencito cuando entró en el mundo editorial: “Hice todo el escalafón, de cadete y telefonista a corrector, traductor y director de colección. Aprendí mucho, mucho del oficio literario en esos años”. Una parte de lo que es como escritor, asegura, se lo debe a sus años editando libros y Radar, el suplemento literario de Página/12 que creó en 1996 y di-rigió hasta 2002. Su escuela es el oficio. «No haber pasado por la academia para formarme aportó en  la construcción del gusto, de mi paladar literario. No tuve interferencia; no tuve canon; no tuve imposiciones ni obligaciones; hice todo a mi ritmo, voraz; y a mi manera, ecléctica, hedónica y, una vez más, voraz”.

¿Por qué en un momento entraste en crisis con la ficción?

Porque empecé a tener cada vez menos paciencia con los personajes inventados (propios y ajenos) y cada vez más curiosidad y fascinación con gente que existió. Me sigue gustando con locura que me cuenten el cuentito, sigue siendo mi modo de relación con el mundo. Pero lo que me gusta cada vez más es el mestizaje, el cruce entre la realidad y la imaginación; entre lo público y lo privado; entre el pasado y el presente. Me gustan esos textos que, como dice (Augusto) Monterroso, “tienen algo de ensayo y algo de cuento, y algo de poema en prosa, y algo de conferencia, y algo de confesión, y son más o menos breves, y muy libres, en tono aparentemente serio, pero envuelto en un vago y ligero humor y melancolía, sin el menor afán de afirmar nada concluyente, recurriendo a citas de amigos y desconocidos que existieron en la realidad o no, todo eso escrito con un estilo perfecto, pero que no se note, o incluso que parezca descuidado, como redactado por alguien que lo hiciera para cumplir un requisito que no puede eludir”.

¿Tardaste en decidirte a ser escritor? 

No tardé tanto. Desde los diecisiete publiqué poemas, a los veintiuno hacía una revista literaria. Tardé en llegar a la narrativa, recién a los veintidós me cayó la ficha de que lo mío no era la poesía, era contar historias, y a los veintisiete publiqué mi primera novela.

En la producción literaria actual, ¿hay buenas historias?

Sospecho que estoy un poco viejo, porque veo más buenas historias en el pasado que en el presente. Pero no me alarma, porque soy de los que piensan que tenemos todo el pasado por delante, como dijo (Jorge Luis) Borges. En realidad, no pienso cronológicamente. Si estoy leyendo algo, aunque sea de otra época, me habla de ésta irremediablemente.

¿Qué relación hay entre periodismo y literatura?

Yo siempre practiqué el periodismo como un camuflaje para hacer literatura. Pero también hay periodistas en serio.

¿Qué opinión tenés del periodismo? 

No me meto con el periodismo, salvo con el cultural. Y el periodismo cultural es muy difícil de hacer bien por demasiado tiempo, porque te desgasta o te aburguesa. Es muy difícil mantener la frescura, el desparpajo, la potencia (cosas esenciales en el periodismo).

¿El marketing sigue ganando terreno en lo literario?

El marketing sigue ganando terreno en todos los terrenos. Pregúntense, si no, qué modelo de celular tienen, por citar sólo un ejemplo. En nuestro caso, yo diferenciaría entre lo editorial y lo literario: en lo editorial, el marketing reina. Por suerte, lo literario tiene buenos anti-cuerpos de defensa para la banalización marketinera. La pelota no se mancha, diría (Diego) Maradona.

¿Cómo se pelea con el ego?

Con un poco de humor y con un látigo.

¿Cómo te llevás con el oficio? 

Escribo las contratapas, que es mi manera de compartir el oficio de leer con otros que leen. El momento más lindo de la literatura es ese momento que terminaste un libro que te gustó mucho. Uno de los pocos déficits que tiene la lectura es que, cuando uno termina un libro que le gusta, todo lo que siente adentro queda ahí, y se va disolviendo antes de encontrar cómo compartirlo. Ése es más o menos el es-píritu con que he encarado las contra-tapas todos estos años, tratando de que el envión de la lectura se unifique todo lo posible con el acto de escritura. Leer, caminar, nadar, escribir en una misma frecuencia, semana tras semana.

¿Cómo se dan las crisis en la escritura?

Cuando sentís que no tenés nada que decir, que por lo general coincide con el pantano de la autoindulgencia, de una u otra manera. Por paradójico que suene, ésos son los momentos para abandonar-se por completo a la lectura, en lugar de estar cortando clavos y autoflagelándose por no escribir. Leyendo se suele reencontrar el rumbo, leyendo hasta olvidar-te de vos mismo.

CAFÉ EN PAUSA

Hace unos quince años, los mismos que cumplió su hija Matilda, dos pancreatitis lo retiraron del consumo de café  y, también, de la gran ciudad. “Reemplacé la vida de bar, que me encantaba, por las camina-tas por la playa o el mero sentarse en la arena a mirar el mar y tomar unos mates. Si es en buena compañía, mejor. Por bue-na compañía me refiero indistintamente a la gente que quiero y al libro que estoy leyendo y resuena en mi cabeza”.

PH: Alejandra Lopez

Publicada en revista Convivimos. Agosto 2015.