“Esta es la edad de oro del cine argentino”. Andrés Di Tella

Andrés Di Tella está seguro de que la cantidad hace a la calidad y ve en Argentina una época de muchas y buenas producciones audiovisuales, donde ficción y documental están relacionados para enriquecerse. Charla con un documentalista que se mantiene en la vanguardia.

Por Daiana García Cueto.   Fotos  Victoria Schirinian.

Andrés Di Tella (55) vio el borrador de Mundo Grúa en formato VHS. Corría 1999 y era el primer largometraje de Pablo Trapero, el director de El Clan, que este año recibió el León de Plata en el Festival de Venecia como el mejor de 2015 y será representante de Argentina en los Oscar. Aquel encuentro con la ópera prima de Trapero se produjo durante la primera edición del “Buenos Aires Festival Internacional de Cine In-dependiente”, que Di Tella creó “porque en Argentina no había espacio para ver el cine del mundo”.  Con los años, el BAFICI se convirtió en uno de los festivales más importantes de la región: este año recibió unos 380 mil espectadores para las más de 400 películas que proyectó en dos semanas.

“Me sorprendió  lo que podía hacer una cámara, te permite entrar en el mundo de otra persona”, dice para argumentar por qué es documentalista. Su debut lo hizo con Montoneros, una historia (1995), y siguió con nueve títulos más. Este año presentó 327 cuadernos, basada en el diario personal del escritor Ricardo Piglia, que se estrenó simultáneamente en sala (en el MALBA) y en TV (Canal 7): “Es una forma de llegar a miles y miles de personas.  Hay que tener ideas para bus-car el público. Para cada película, busco más opciones para el estreno”.

El hijo de Torcuato Di Tella dice que atesora imágenes de su padre y que, tal vez, haga algún documental sobre la vida del sociólogo, actual embajador en Italia y fundador del Instituto Torcuato Di Tella junto con su hermano Guido.  Ya hizo uno sobre su mamá Kamala, a quien tiene muy presente pese a que hace dos décadas ya no está.

“Me da pereza hacer una ficción tradicional. Me gusta mucho el método documental, descubrir historias en el transcurso del proceso”. También, elige el género porque puede improvisar, que-darse charlando con su equipo y generar el clima, relajado, sin perder seriedad, para abrir el ritual del testimonio registrado.

¿Por qué fundar el BAFICI?

En un momento era muy difícil ver cualquier cosa que no sea de Hollywood. Hacía falta un lugar de intercambio entre cineastas argentinos y extranjeros que pudieran venir a presentar sus películas, y una vitrina para el nuevo cine argentino. Había una necesidad de eso, y fue una sorpresa total que hubiera tan-to público para ese cine, que se ha mantenido fiel porque se siguen agotando las entradas.

¿Cómo definirías este momento del cine argentino?

Creo que los últimos 15 años, coincidiendo con el BAFICI, la cantidad y calidad del cine argentino no tiene paralelo. Estamos en la edad de oro del cine argentino. Pero son muy pocas las películas que llegan al público. Sin marketing y publicidad es difícil; si no  hay dinero, la película no llega. La gente no se entera de que existe, y tiene que verla para poder participar.

¿Ha crecido el cine documental? 

Todavía más notorio. En estos 15 años casi no había cine documental, éramos dos o tres. Había obras muy importantes, pero aisladas. Hoy hay 100 documentales por año, y la cantidad hace a la calidad. La práctica está más estudiada en eso de filmar la realidad, contar historias a partir de personajes reales, verídicos, hay más sofisticación en el lenguaje. Cuando, en 2002, hice La TV y yo, a mu-cha gente le sorprendía el hecho de que hablara en primera persona de un hecho autobiográfico, era algo fuera de lugar, y ahora es un recurso. Incluso, la ficción toma elementos del documental y eso lo enriquece. Los cruces enriquecen. Soy mestizo, la cultura argentina es un cruce étnico. El cruce entre ficción y documental está dando lo más interesante.

¿De qué depende que un documental sea bueno? 

Tiene que estar bien contado, ser un cuento interesante. Poder mostrar un mundo que no es el tuyo, con el cual te podés identificar de alguna manera, sentir algo de ese personaje, por más que sea un esquimal.

¿Por qué hacés documentales?

Hay algo de ritual en el cine documental que hace que salga a la luz algo de la realidad que no saldría sin la cámara. Inclusive con experiencias de la propia familia. Que alguien esté interesado en hacer algo sobre este tema que te implica genera algo. Creo que todo el mundo tiene un instinto de dar testimonio, que se sepa lo que vivió. Posiblemente, es una necesidad de darle un sentido para vos y los demás.

¿Descubriste cosas tuyas haciendo Fotografías (2007), el documental sobre tu mamá?

Claro. En algún sentido fue la película más importante de mi vida y me la cambió. Mi vida tenía zonas oscuras, preguntas sin respuestas. Todos tenemos eso. La peli cuenta una historia particular, de mi mamá, que nació en la India, vivió en Londres, vino a Argentina. Y tan singular que era difícil compartir, y tuvo mucho eco, la gente se sintió identificada. Las singularidades que hablan de uno mismo, a veces, son las más universales. Si uno intenta que sea universal, no le hablás a nadie.

¿Quedan buenas historias por contar?

Por suerte algunas quedan. Hay que buscar un poco más ahora. Hace algunos años era increíble que no hubiera un documental sobre tal cosa, hoy hay cosas importantes sobre las que no han hecho buenas producciones. Por ejemplo, Perón, que no es fácil, el fútbol, cosas importan-tes sobre las que no hay demasiado.

Tus trabajos están disponibles en Internet, ¿por qué?,  ¿es una ventaja o no la red?

Sí, es increíble. Puedo poner películas viejas y no te imaginás la cantidad de gen-te que las ve, más que en el estreno y sin ningún tipo de difusión. Además, las ven y las difunden. Lo importante es llegar a la gente.

CAFÉ CINÉFILO

“Toda la vida fui un cinéfilo, no en vano fui el fundador del BAFICI”, confiesa, aunque dice que ahora va menos al cine, un poco por sus hijos (Rocco, 18; y Lola, 10) y otro poco no sabe por qué. De lo que sí tiene certeza es que pasó «grandes momentos de felicidad en la sala oscura” y que «mi gusto por el café no es gourmet, en realidad, soy un poco adicto”. Su preferido es el café con leche y expreso. Disfruta del ritual de poner el café molido en una ollita, hervirlo y filtrarlo. También de ir al bar a escribir y pedir un café.

Café con Andrés Di Tella

 

 

 

 

 

*Publicado en Revista Convivimos. Noviembre 2015.