“En el trabajo con el otro aparece lo nuevo”. Germán Palacios

El actor Germán Palacios encuentra placer y alegría en el encuentro con los demás. Un tipo que no se la cree y pone cuerpo y talento en todos sus proyectos. Este año protagonizó el film Baires, y en la pantalla chica, Cromo, un policial científico.

Por Daiana García Cueto Fotos: Sebastián Salguero.

Los martes son de fútbol en la vida de Germán Palacios (52). Ese día, en el gran patio de su casa en Manzanares, a 60 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, se abre a todos sus vecinos para correr atrás de la pelota en un rito de encuentro que ya lleva veinte años. Todos llaman al lugar El Manzanares, como si fuera un club social y deportivo. Lo es, porque, además del momento deportivo, locales y visitantes -generalmente amigos que vienen de la ciudad de Buenos Aires- viven un encuentro cultural: “Es un espacio abierto. En vez de poner un alambre electrificado, abrí las puertas de mi casa, por la experiencia de incluirse. Se da un intercambio muy importante. Son increíbles las diferencias de idiosincrasia y de vida que se pueden plantear”. Los demás y los vínculos fuertes son la esencia de la mayoría de las actividades y proyectos que lleva adelante. También, de su oficio: “Como actor me gusta trabajar con los otros, no trabajo solo”, dice convencido de que es el modo más divertido y profundo de hacerlo y que eso, finalmente, se nota en los resultados.

En su medio y en los medios, algunos lo tildan de “bicho raro” porque reniega de la exposición a la que se acostumbra en la profesión. “Muchas veces desaparezco. Vuelvo a trabajar y ahí reaparezco. Siempre fue así, desde que empecé. Me interesa el oficio y el despliegue de la artesanía actoral, no me interesa nada de lo que se supone que involucra el ser actor”.

Debutó en Pasajeros de una pesadilla en 1984 y desde entonces fue su método. “Me llevó un tiempo de inversión, pero fue espontáneo. Tuve la sospecha de que haciendo lo que eligiera iba a tener más chances de ser yo mismo”. Con esa seguridad y tomándose sus tiempos, los pasos que dio en su carrera demuestran que a la pasión y el talento los tiene tanto delante, como detrás de la cámara. En octubre se estrenó Baires, un policial de Marcelo Páez Cubells donde comparte pantalla con el chileno Benjamín Vicuña. “Me tenían que agarrar. Todos piensan ‘este loco se tira’ y me frenaban. Disfruto de poner el cuerpo de ese modo, ponerme a prueba para saber hasta dónde doy”.

 ¿Te gustan los policiales?

Mucho. Las historias están contenidas dentro del género, que permite actuar en convenciones que protegen al actor y que son divertidas y jugosas. En Baires lo que hicimos fue tratar de investigar lo más posible. El acopio le llamo. Como actor trato de tener la mayor información posible, indagar, observar el mundo que te toca contar, para después poder recrear la historia y, en el mejor de los casos, poetizar sobre ella.

 ¿El acopio lo hacés siempre?

Sí, lo disfruto mucho. De acuerdo al personaje se ofrecen aspectos que no conocés. En este caso hago de un policía de calle, antinarcóticos, y desconocía en absoluto los pormenores de una persona así. Me empecé a arrimar y te acercás a un universo muy atractivo de conocer. Después, lo que puedas rescatar te sirve como herramienta para la lectura del guión y poder armar el personaje.

 ¿Qué otro momento del oficio disfrutás?

Todo el proceso. Me gusta elegir los personajes, lo que voy a hacer. Me interesa el cuento en general y el personaje en particular. La lectura es un paso fundamental del trabajo, la opinión que vas a tener sobre lo que vas a contar. Y luego me gusta hacerlo, el oficio de actor. En el caso del cine, es un trabajo en grupo, codo a codo en los distintos rubros, y también lo disfruto mucho. Es una actividad de las que no quedan muchas, un trabajo colectivo, donde son importantes del primero al último.

 ¿En los otros géneros también?

Soy un fomentador del vínculo. Como actor no trabajo solo, el trabajo esencialmente es con el otro, es donde aparece lo nuevo. Es distinto en casa caso, no es lo mismo el teatro que el cine, pero no es tan distinto lo que se involucra humana y artísticamente.

 ¿En distintos planos?

¡Obvio! Te da la oportunidad de conocerte con los compañeros en un plano más profundo o más violento en términos de tiempo. Con Benjamín (Vicuña) no nos conocíamos y de repente teníamos que formar una dupla, y es todo un desafío, hay que quemar etapas.

 ¿Se produce tensión entre las historias y el cine como entretenimiento?

A veces somos un poco esquemáticos y etiquetadores los argentinos. Para mí lo que está bien es que haya una gama bien amplia de realizadores y estilos de cine, que es lo que sucede en Argentina. La dificultad que tenemos es que las películas nacionales corren muy distinta suerte. Sabemos lo que es hacer una película, que significa un esfuerzo muy grande, mucha gente, mucho tiempo, un costo económico importante, y a veces esas películas no tienen ningún tipo de protección. En ese punto hay que ser más amplio y reconocer qué es lo que uno va a ver. Me parece bien que todo conviva y que la gente tenga sus opciones, y las tiene.

 ¿Cómo ves la actualidad de las producciones?

En términos generales se ven muchos más actores trabajando que hace unos años. Actores que antes no trabajan en medios audiovisuales, muchos, nuevos y más viejos están trabajando y eso es para celebrar. La calidad de trabajo en los distintos rubros en Argentina es sorprendente, tanto a nivel de realizadores, como de técnicos y actores. También a nivel de las historias. Baires está hecha con un palito y un alambre. Si la gente supiera con qué precariedad cuánto se logra a partir de la capacidad profesional de la gente, la pasión y la voluntad, no lo creería. Cromos fue al Festival Internacional de Cine de Toronto y preguntaban por los tiempos y costos, no lo podían creer. Son cosas muy valorables.

TEMPRANITO, UN AMARGO

Café no, mate. Y a la mañana sí o sí, para que el día sea feliz. A la tarde prefiere compartir unos amargos y una charla con su pareja, la actriz Marina Glezer (34) con quien es padre de Francisco (12) y Ramón (9). “Disfruto de poner la pava y darle un espacio a la ceremonia del mate. Soy famoso por llevarlo a las filmaciones. El mate es la capacidad de encontrarse con el otro, es la gloria”. La huerta es otra de sus pasiones, “me lleva una parte importante de mi vida cuando no trabajo. Es mi cable a tierra. Espero poder hacerlo de un modo más cooperativo. Como un acto de inclusión con la gente del pueblo, los jóvenes y quienes están en los bordes”.

Café con Germán Palacios

 

 

 

 

 

*Publicado en revista Convivimos. Diciembre 2015.