“Un escritor es un chismoso refinado”. Hebe Uhart

Muchos recuerdan lo que Rodolfo Fogwill dijo alguna vez: que Hebe Uhart era la mejor escritora de Argentina. Sin embargo, ella tiene la vanidad puesta en otro lado: “Si me elogian las plantas, me pongo re contenta, me pongo ancha, es algo que no esperaba. También me pasaba con mi gato Andrés, siempre tenía la fantasía de que lo llevaba con una correa a un concurso y me decían ‘¡qué lindo gato!’”. No le incomodan los elogios sobre su talento como escritora, pero no le hacen falta.

Tampoco necesita más de lo que tiene. Por ejemplo, cuenta que no hace gajitos de sus plantas, por un lado, porque no sabe trasplantar, y, por otro, porque las que viven en su balcón son las suficientes. “¿Para qué más?”, suelta, sencilla. En su oficio también es sí. A sus 79 años, ha publicado novelas, poesías y crónicas. A la hora de escribir, confiesa que, en sus historias, “lo más trabajoso es armar personajes, lo otro te está dado, por lo real o lo percibible”.

En cada respuesta se mezclan risas y se nota su paciencia, algo que le sobra en los talleres de escritura que da en su casa. “Me gusta la docencia, he dado clases toda la vida.  He sido docente de primaria, secundaria y universitaria. Me gusta el taller, que vengan a casa,  preparar las clases, esperarlos. Me gusta estar en contacto con la gente, es una actividad placentera que hago en mi casa, tranquila”. Para sus alumnos, es una gran maestra, hasta recuerda sus nombres y sus historias cuando dejan de asistir. Además, suele organizar comidas para después de las clases. El asado semanal para sus amigos ya es un clásico y el encargado de la parrilla es el portero de su edificio. Cuando él no está, se cambia el menú.

Además de escritora y docente, Hebe es filósofa. Comenzó la carrera en la Universidad de Buenos Aires, a donde se mudó desde Moreno. Allí  nació y vivió con su familia. La terminó en Rosario, luego de mucho esfuerzo. Dice que, en aquel momento, hizo ese cambio por una historia de amor.

Vive en Almagro “porque es un barrio muy balconero. El mío es grande, me gusta la vista que tengo desde mi departamento”. Desde su balcón, se ve la ciudad y tiene un primer plano del cielo.

¿Por qué está mal el internismo o el narcisismo de los escritores argentinos? 

De base, cualquier escritor que quiera escribir, gustar o agradar tiene que tener un poco de narcisismo, pero, cuando es muy evidente, es desagradable, tiene que estar oculto, no tan a flor de piel. Los escritores, los narcisistas escriben cuentos donde el tema es de un escritor, lo propio escrito, no conservan la distancia para hacerlo. Un buen escritor pone todo en su personaje, hacer un cuento de escritor es más propio de alguien muy talentoso, porque si no, se nota, y es la pata de la sota.

¿La esencia de un escritor es la curiosidad?

Un escritor es un chismoso refinado, o enaltecido, interesado por las personas. No, chismoso enaltecido, porque pasó por la cultura, porque leyó, porque se interesa por los temas de las otras personas. Estoy viendo personas que no son escritores y, muchas veces, escriben mejor que los escritores.

¿Qué te impulsó a escribir?

No hay un pulso solo, un impulso. Posiblemente múltiples motivaciones, algo referencial o familiar, hubo  mucha trasmisión por parte materna. Vivía en un pueblo chico, suburbano, cuando era chico Moreno, hoy ya es grande, y había muchas historias de gente alrededor y las contaban. Por eso, no es solo mérito del escritor, sino de la gente que te rodea. Mi mamá era maestra, sabía contar muy bien oralmente.

¿Cómo te llevás con la oralidad?

Ser escritora es un oficio solitario y sociable, las dos cosas. Para escribir tenés que estar solo, en soledad, pero de todos modos, si no recibís del mundo, en mi caso, no pasa nada. Por eso me dediqué a viajar y a escribir crónicas de viajes. Por ejemplo, viendo a las comunidades indígenas en su contexto, en el país y en América Latina, es muy interesante, aprendí mucho del lenguaje, las formas de ver el mundo…

¿Qué te gusta de las crónicas?

De repente, con los lenguajes y formas de ver el mundo que no tengo, aprendo cosas. Lo último con lo que es-tuve trabajando son las comunidades indígenas de Ecuador, Colombia, Perú, y varias de Argentina. Con todo eso voy a sacar, en octubre, el libro De aquí para allá (con Adriana Hidalgo Editora).

¿Preferís lo breve? 

Cada uno se expresa en su propio formato, yo soy de tiro corto. Estoy más habituada a cuentos y crónicas que a novelas largas.

¿Te gusta viajar sola?

Si es por placer, me gusta la compañía; si es para trabajar en alguna crónica, prefiero sola, porque si no la otra persona se pone a hablar, a preguntar, y se  malogra lo que quiero hacer.

¿Te gusta la libertad de acción de los lectores con tus textos? Incluso, a algunas dramaturgas les dijiste “hagan lo que quieran”… 

Con una obra que ya está publicada, puede hacerse lo que cada uno quiere; si me gusta o no, ya es otra cosa. En general, es muy difícil que gusten las adaptaciones, porque uno ya tiene una idea, y, si no coincide con la idea predeterminada, puede no gustarle al autor. Me gustó mucho una versión de María Merlino, ella eligió cuentos de mi etapa de maestra, que tengo muchos y los armó muy bien. ¿Cómo vuelvo? es el título.

CAFÉ CORTADO

“Me gusta, pero a la mañana, instantáneo. Me gusta cortado, porque solo me hace un poco mal. Mate sí tomo, pero con edulcorante”, dice Hebe, y confiesa ser muy rutinaria en la cocina. Entre los viajes que le gustaría hacer, le quedan por conocer los Esteros del Iberá: “Tenía ganas de ir para ver los bichos, me interesan, pero mis amigas tuvieron unos problemas y no fuimos”. Cuenta que está interesada en los simios, “me interesa la inteligencia, la forma en que se relacionan; se sabe poco de la relación de los hombres con los animales”.

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*Publicado en Revista Convivimos. Mayo 2016