Con más de diez años de trayectoria, Banda de Turistas sigue demostrando que entre sus miembros hay química y que su música va en serio. Hablamos con Tomás Putruele y Bruno Albano.
Por Dai García Cueto Foto Javier Cortéz
Me olvidé los lentes, no leo qué tema sigue”, dice Guido Colzani, el baterista de Banda de Turistas, provocando risas en el auditorio de Casa Naranja. Esa confesión más algunas canas en las cabelleras del resto de los integrantes dan cuenta de que ya no son aquellos chicos que se dejaron llevar por su pasión a la salida del colegio. Bruno Albano, en el bajo, y Tomás Putruele y Luis Balcarce, en guitarras, completan el
cuarteto que se formó hace diez años con el único objetivo de hacer música.
Guido, Luis y Tomi iban a la misma escuela en Capital Federal, con un curso de diferencia, y los tres tenían bandas. Con Bruno se conocieron por una amiga en común en unas vacaciones en Pinamar, en el año 2003. “Cuando nos vimos por primera vez, empezamos a hablar y nos dimos cuenta de que éramos iguales.
Desde ahí no nos separamos más”, recuerda Bruno, quien además canta y compone. Mancho es el último de sus cinco discos, y ya desde el primero, Mágico corazón radiofónico, las críticas fueron positivas.
Sin embargo, ellos se ríen de cualquier presión; su única preocupación es tocar. “Sentimos que la música es una especie de vehículo o portal hacia otro lugar. Cuando éramos chicos, nuestros compañeros iban al boliche y nosotros nos juntábamos a escuchar vinilos con la luz apagada para ver qué pasaba. Era
una especie de viaje iniciático. Nos interesa ese camino introspectivo, que te lleva a otro lugar y te hace entender que lo real es una cosa medio superficial, es una supuesta ilusión, y que la música
es quizás más verdadera que esa realidad”, explica Albano. “En este disco, las canciones te invitan a eso. Somos conscientes de que cada vez la escucha es una experiencia individual, encerrarte en un mundo hacia adentro donde estás vos, y los estímulos son diferentes para cada uno: un track instrumental te revela algo
importante de la vida o una letra te ayuda a resolver un problema. La música es un vehículo de emociones”, dice Tomás, también cantante y autor de muchos de los temas.
¿Se sienten consolidados en la escena musical?
Tomás: Siento que la escena no está consolidada, es difícil que una banda lo esté en un escenario que se encuentra armándose. Después de Cromañón cambió mucho el panorama del rock alternativo, y hubo que remarla un poco. Nosotros siempre fuimos de tocar por donde se podía, pero los primeros años fueron difíciles, porque no había una movida de gente o bandas interesadas en lo que hacíamos, estábamos bastante
solos. Ahora que se está consolidando la escena, sí nos sentimos parte de eso. Además, no todo el público nos conoce, porque en este contexto, aparecen nuevos públicos. Las bandas sí nos ubican, muchas de las nuevas nos dicen que quizás encontraron en nuestra música algo que las impulsó a sentir que era posible hacer profesional la suya.
¿Qué lugar creen ocupar en este mapa?
T: Siempre fuimos precursores. Creímos en la música desde muy chicos, la hicimos más allá de las condiciones adversas. Somos una de las pocas bandas que con el primer disco fue tapa de Rolling
Stone y se fue de gira a México. Creo que iniciamos algo que después algunas otras lo tomaron como más natural. Por ejemplo, cuando empezamos no había Instagram, era más difícil contar que tenías un grupo.
Bruno: El primer disco está influenciado por una música psicodélica que nos gustaba solamente a nosotros, no es que nos fijamos en una escena. Hoy se puede formar una banda de modo más sociológico, encontrar algo que falte y generar algo nuevo a partir de la necesidad que hay. En ese momento teníamos 18 años, no sabíamos nada, le hacíamos caso a nuestro instinto, queríamos provocar algo a partir de lo que nos gustaba. Y eso es lo más genuino de todo, a partir de ese desinterés desprejuiciado se logra algo real.
¿Por qué empezaron de chicos?
B: Sentíamos que tenía que ser así, es más allá de algo profesional, es una misión que uno viene a cumplir y un aprendizaje para su vida. Sentíamos que lo nuestro era la música, y eso es lo que hace que sigamos de pie y que siempre tratemos de hacer la mejor canción o el mejor disco de nuestras carreras. Es una búsqueda medio inútil, porque uno nunca llega a satisfacer sus expectativas. El motor para lograr algo grande es nunca poder alcanzarlo.
T: A veces pienso que arrancamos demasiado pronto, que no estuvimos en el momento adecuado. Cuando sos joven hay cosas que no importan o no te das cuenta.
¿Sienten que se equivocaron en eso?
B: No hay algo puntual, equivocarse es parte de aprender. A veces es mejor equivocarse que acertar. Constantemente hay cosas que uno piensa que podría mejorar, pero siempre hicimos lo que quisimos, por más que nos hayamos equivocado, era la decisión del grupo.
¿Por qué Mancho es el disco más identitario?
B: Es una especie de conclusión y de comprender la identidad de cada uno. El disco termina de encerrar el concepto de cada uno como compositor y lo que genera eso entre todos como una obra. Tiene esa especie de honestidad para entender y no pretender de más. Fue cerrar el círculo de las identidades musicales.
CAFÉ BARISTA
Tomás es fanático del café y es pretensioso a la hora de tomarlo, porque con Guido hicieron un curso de
baristas en Colombia. “Aprendimos mucho sobre el café y nunca más pude tomar uno malo, me doy cuenta
al toque”, cuenta. Ante la confesión de su amigo, Bruno se ríe y asegura que, en lo que va del año, él se tomó solo cinco tazas. Últimamente, a los ensayos les ganan las juntadas como amigos, aunque confiesan que ninguno es un maestro parrillero. Este mes presentan Mancho y repasan clásicos en el Cosquín Rock México.
*Publicado en revista Convivimos. Junio 2018.