La realidad es su fuente de inspiración, y la mirada no pasiva de quien lo “lee” es su motor de trabajo. Charla con un ilustrador que no para de dibujar.
Por Dai García Cueto Foto Javier Cortez
Cristian Turdera no sabe si piensa dibujando o dibuja pensando, lo que sí tiene claro es que dibuja para registrar su pensamiento. Luego ese registro se puede convertir en una ilustración, es decir, en una forma más de comunicar. “Hay una confusión con el oficio del ilustrador, no se trata de dibujar, se trata de pensar, porque es una herramienta para poder comunicar”, le dice a Convivimos desde su taller, en Parque Patricios, ciudad de Buenos Aires.
Empezó en el diseño gráfico, porque era la carrera que le permitía acercarse a su vocación. Pasó muchos años trabajando en agencias de publicidad, ocupando todos los roles posibles, desde cadete hasta director de arte. “Las influencias me inclinaron la balanza, empecé a tener maestros que te habilitan a pensar de otra forma, a conocer a gente que te dice que podés desarrollarte en este oficio. En mi caso fue Elenio Pico, el primero que me mostró de qué se trataba el trabajo de ilustrador”.
Su estudio parece una juguetería; las estanterías están repletas de libros, cuadros, juguetes y objetos de todas formas y colores. Sin embargo, no se considera un coleccionista, porque no es ordenado ni está pendiente de la pieza que falta, más bien se define como un “juntador de cosas”. Allí, a unas veinte cuadras de su casa, surgieron sus más de treinta libros, individuales o compartidos. Entre ellos, los de El Topo Ilustrado, el proyecto que realiza junto con el escritor Tobías Schleider. Se trata de un diálogo entre filosofía e ilustración que nació en Twitter en 2013, lleva tres ediciones y espera el lanzamiento del volumen IV.
¿En qué se diferencia la ilustración del dibujo?
El dibujo es una herramienta de la ilustración. Se puede ilustrar con una foto, con un collage. Un dibujo es un dibujo, aunque no lo vea nadie más, hasta una mancha puede serlo. La ilustración precisa de otra instancia, al ser comunicación, necesita ser reproducida técnicamente o vista por alguien.
¿Qué te llama la atención de la realidad?
Cualquier elemento de la realidad puede ser fuente de belleza. La capacidad de ver algo bello en la mayor parte de las cosas puede ser fuente de inspiración. La cuestión es cómo ingresa ese punto de realidad y convertirlo en fantasía. La fantasía es la combinación de elementos que existen, no hay fantasía inventada. Todos los ilustradores trabajamos con la palabra, más que con la imagen; la palabra es el motor, luego se traduce.
¿La fantasía tiene mala prensa?
Sí, pero cada vez menos. Se dieron cuenta de que es un buen negocio. Está mejor visto que un adulto ande con una remera de Hora de aventura; hay más apertura, y veo como algo positivo que los límites se fueron borrando. Pero no soy inocente, considero que tiene que ver con ampliar el mercado para vender a personas. Fuera de esto, es una buena noticia. Imaginate que no había libros de imágenes para adultos, salvo de cómics o fotografía. Antes los libros con dibujos existían solo porque explicaban algo a los chicos. Hoy te das cuenta de que no es así, que un adulto también puede disfrutar de leer en imágenes, es otra forma de leer que antes estaba vedada.
¿Cómo hacés para que fluya tu imaginación?
Es uno de los trabajos más difíciles. El primero que se restringe para no desarrollar algo con total libertad es uno mismo, es fácil echarles la culpa a otros. Más difícil que eso es dejar que la imaginación fluya, y después, por supuesto, todo se encauza, porque como es comunicación, siempre estás contando algo. Parte de nuestro trabajo es expresarse con todo lo que uno tiene y también ordenar todo eso para poder contarle algo a otra persona.
¿Trabajás igual cuando es para un proyecto propio que cuando es para otros?
Me gustan los multicanales. Hay momentos en que me canso de pensar y prefiero trabajar en algo que viene más digerido y me dicen con qué elementos contar un cuento que no es mío. Hay clientes que tienen muy claro qué quieren decir, entonces paso a ser un engranaje necesario para comunicar una idea. Otras veces, estoy cansado de eso y me gusta tomar trabajos que requieren una investigación más profunda y un desarrollo más autoral. En realidad, me gustan todas las partes del oficio.
¿Sos un enamorado de tu profesión? Me gusta mucho y me parece que es infinita. Siempre hay algo nuevo para hacer, no se agota. Siento que no me alcanza una vida para agotar el oficio. Siempre estoy aprendiendo y disfrutando.
¿Sos un dibujante compulsivo?
Más que una compulsión es una forma de digerir algunos asuntos. Por ejemplo, con la filosofía hay temas que me interesaban, pero en los que me costaba expresarme. El dibujo me permitió dar una opinión y reflexionar desde la imagen, algo que quizá desde la literatura o con la palabra me resultaba más complicado. El dibujo es un terreno de libertad, me permite pensar cosas que desde la palabra son más complejas.
CAFÉ CON INFANCIA
La mayor parte del tiempo que pasa trabajando se acompaña con mate, pero mientras conversaba con Convivimos se preparó un café con poquita azúcar en una máquina italiana. Dice tener pocos recuerdos de su niñez, salvo uno relacionado con el germen de su presente. “En mi casa había muy pocos libros, había algo de música, pero me acuerdo de que mi mamá, Cristina, ama de casa, cuando pintaba un pasto me decía que le pusiera todos los colores, que no era solo verde. Eso me pareció interesante, la observación de las cosas: no es lo que se ve, sino que en sí son más ricas”.
*Publicado en revista Convivimos. Julio 2018.