Luciana Jury empezó a cantar para sacarse sus miedos. “Cuando me animé a soltar mi voz, que en apariencia no era correcta y que no estaba entre los cánones de belleza, cuando rompí con eso, me encontré conmigo misma. Y no digo que no tenga miedos, convivo con ellos, pero ya no está ese temor a dejar salir un sonido que estaba anidado en mi emocionalidad, siento que eso está encaminado”, dice. La confianza para hacerlo la encontró en el rock, género por el que transitó de adolescente, aunque en su infancia creció escuchando folklore argentino y latinoamericano. “hallé en la música folklórica un lugar donde me encontraba, y la tomo porque son los sonidos con los que se me construyó. Volví al folklore para llenarlo de rock”. Cuando se sube a un escenario, asegura que una parte de ella no está ahí, tiene la sensación de estar mirándose desde afuera. “Siento que soy como un canal, entre el cielo y la tierra, o lo que somos, el milagro de estar vivos, y el misterio de lo que no podemos saber todavía. Creo que mi canto se mueve entre estos dos polos”. Cuando está frente al público, utiliza la canción como excusa para llegar al otro con una sonoridad que evoque algún momento de su vida, “un llanto profundo o una carcajada explosiva”.
¿El último recital que viste?
David Amado, un cantautor.
¿Un artista para no perderse en vivo?
Gabo Ferro, me vuelve loca.
*Publicado en revista Convivimos. Julio 2018.