Lisandro Aristimuño tiene claro su camino. Los pasos en su carrera son conscientes y, al mismo tiempo, van por fuera de cualquier parámetro. “Creo que tiene que ver con que soy bastante movedizo y no quiero encasillarme en un estilo musical en particular. Quiero sentir siempre, o mejor dicho, mantener esa pasión y libertad de las primeras veces en que comencé a relacionarme con la música”, le dice a Convivimos. Para esto no deja de investigar, “porque considero que la música tiene muchos caminos inagotables, cada vez que me pongo a producir algo artístico me encuentro con un lienzo en blanco y una gran cantidad de posibilidades a las que puedo acudir”.
El rionegrino hizo toda su carrera de manera independiente, incluso tiene su propio sello discográfico, Viento Azul. “Sé que de esta manera estoy muy contento y satisfecho con mi trabajo. Y llegué a donde tenía ganas de llegar hasta ahora, y por supuesto lo valoro muchísimo. Sobre todo al público que sigue mis conciertos y compra mis trabajos”. Al músico le encanta saber que sus temas son oídos o cantados en otros lugares o momentos, “uno hace canciones para compartirlas, me da muchísima felicidad saber que algún disco está acompañando a alguien en algún momento de su vida”. Asegura que, en su caso, vivir un recital es una experiencia distinta a la de la escucha, porque siempre cambia las versiones para el vivo.
¿El último recital al que fuiste?
Depeche Mode.
¿Una banda que recomiendes en vivo?
Sambara, huevo, Puebla y Sig Ragga.
*Publicado en revista Convivimos. Agosto 2018.