Pablo Echarri consiguió sus primeras experiencias como actor en el rubro comercial. Antes de redescubrir su vocación era vendedor de ropa. “La actuación fue agrandar ese abanico de venta más integral”, le cuenta a Convivimos. El 2019 lo encuentra detrás del mostrador de El kiosco, el primer largometraje de Pablo Pérez. “Desde que leí el guión me impactó la simpleza del relato, la humanidad del cuento y saber que me tocaba contar la historia de un hombre común. Cuando me llegan proyectos como este, no lo dudo. Con 25 años de profesión, te das cuenta cuando lo que tenés en la mano vale la pena”. A los estrenos los recibe tranquilo porque ya aprendió a manejar la ansiedad de los comienzos. “Ahora me entrego a los tiempos de maceración
del cine, porque sé que si son tomados con criterio y sentido común, el resultado es mejor”, dice.
En el film se pone en la piel de Mariano, quien, cansado de la rutina, intentará llevar adelante su propio negocio. Últimamente prefiere más los personajes que lo representan: “Me voy despojando de los
más voluminosos o más alejados de mí, de esos tan atribulados o más oscuros a los que me pegué en algún momento de mi carrera. Hoy me gusta contar historias que un hijo mío pueda ver”. Se autodefine como un bicho de lo audiovisual y asegura que la ficción en el país está transitando una crisis, sobre todo en la televisión.
¿La última película que viste?
Roma, de Alfonso Cuarón.
¿Una que recomiendes?
La celebración, de Thomas Vinterberg.
*Publicada en revista Convivimos. Marzo 2019.