Bernando Monk es parte de un momento de apertura en el tango, animándose a incorporar el saxo, un instrumento no convencional en el 2×4, y ponerlo, por primera vez, al frente de una orquesta. “Hasta hace poco, el género estuvo cerrado a otros timbres, me costó mucho incorporarlo. Además, porque no había
referencias, el modo de tocarlo no estaba pautado, así que fui haciendo el camino. Creo que se llevan bien, aparece una manera de aplicarlo, que es conocer el vocabulario del estilo”, explica. Piensa que el tango es una música continua, entonces, a pesar de innovar, no siente la necesidad de cambiar el tango tradicional, sino el deseo de hacer la música tal como la escucha en su cabeza. Lo que suena en su interior es “atípico” y usó el mismo adjetivo para titular a su último disco, nominado a los premios Grammy Latino. “Soy muy autoexigente. No compongo para recibir un premio, la vara está siempre alta. El objetivo es seguir haciendo una música que me represente a mí y concebir un trabajo superador”.
Su formación, con referencias internacionales, es en el jazz, pero desde chico escucha tango. “Siempre me gustó la cultura de mi país y, más allá del género al que te dediques, es importante conocerla. De todas maneras, por hacer algo vinculado al tango no soy más argentino que alguien que hace jazz”.
¿Un disco que estés escuchando?
Típico, de Miguel Zenón.
¿Uno que recomiendes?
En tango, Lo que vendrá, de Aníbal Troilo.
*Publicada en revista Convivimos. Enero 2020.