Lleva más de la mitad de su vida haciendo televisión, donde construyó un estilo propio. En plena pandemia, lanzó su primer libro de cuentos para chicos. En el humor y en la formación están las claves de su éxito.
Por Dai García Cueto Fotos Nico Pérez y Editorial Planeta
Me imagino como Mirtha Legrand, diciendo que me voy, pero no me voy nunca”, afirma Marley, el gran conductor de la televisión argentina. Está cumpliendo 30 años de oficio en la pantalla chica y lo suyo es incondicional. “Salvo que la televisión me deje a mí, es muy difícil que yo la deje”, explica.
La vida de Marley se divide en etapas. Cada una vivida con intensidad y con proyección para pasar a la siguiente sin nostalgias. Antes de ser el conductor de los reality shows más vistos del país y de viajar por todo el mundo comiendo cucarachas, fue Alejandro Wiebe, un chico tímido con ganas de ser una estrella de la TV. Mientras otros jugaban a la pelota, él leía las historias de Hollywood que luego serían la fuente de su primer
trabajo frente a las cámaras, con Nicolás Repetto, en Fax. En ese programa nació su nombre artístico. Con su primer sueldo se compró un equipo de música, y, con los siguientes, el pasaje que lo llevó a Los Ángeles hacia la aventura de entrevistar a las estrellas del cine americano. “¿Quién es ese chico?”, se preguntó más de uno al ver a un flaco muy alto y simpático que conseguía confesiones inéditas de Warren Beaty o Madonna. “Fue una década muy linda, donde viajaba casi todos los fines de semana, estaba en una premier con Tom Cruise y me iba a una fiesta con Cameron Díaz, Harrison Ford o Jodie Foster. De los 20 a los 30, estuve con todos los famosos. Imaginate estar en los Óscar, en la alfombra roja, en todos los festivales de cine, era un sueño hecho realidad. Por momentos lo extraño, pero vi la posibilidad de conducir mis propios programas y tuve que dejarlo, uno va adaptándose”, cuenta.
Luego de su pase de Canal 13 a Telefe en 2002, no paró de cosechar éxitos. Por el mundo, su programa de viajes, lleva 17 años al aire. Sin embargo, antes de quedar limitado en el rol del conductor gracioso, se preparó para estar al frente de los big shows. “El canal no me veía en eso, insistí y pedí por favor que me dejaran hacer
un casting. Me preparé viendo Operación Triunfo de afuera. Frente al espejo imitaba al de España, la forma de pararse, de hablar, no me quería tentar ni hacer nada de lo que hacía normalmente. Lo hice y me eligieron, pero me la jugué también”, relata orgulloso.
¿Hay que estar preparado para cuando la varita te toca?
Claro, es una combinación. Primero, hay que saber lo que realmente uno quiere. Si vos sabés realmente lo que te gusta, ya es un paso importantísimo. El segundo es desearlo mucho para que suceda; y el tercero, estar preparado. Yo jugaba a la televisión, pero también investigaba y me armaba mi programación perfecta, veía cómo eran los programas y sabía la historia de todos los actores, de Hollywood y de la música. Como en esa época no había Internet, invertía mi plata en comprarme unas revistas de afuera y unas enciclopedias. A veces no comía –no es una recomendación, porque no está bueno– así me alcanzaba para comprarme
libros. Uno va logrando lo que va sembrando.
Cumplís 30 años de carrera. ¿Cuál es tu balance?, ¿cuáles fueron las decisiones más importantes que tomaste?
Me da orgullo haber logrado todo esto sin haber sido “el hijo de” o “el recomendado por”. Y decisiones… haberme lanzado, haber utilizado todos mis ahorros para viajar y hacer esas notas. Haber estudiado y haber
aprendido. Más que nada, haber sido buena gente, porque vos en el medio te encontrás con mucha gente de mierda. Nunca tuve maldad con nadie, siempre fui buena onda con todo el mundo, y eso, en cierto modo, te vuelve, porque cuando están pensando en alguien, dicen “Llamalo a él que es bueno, que no habló mal de nadie ni hizo nada malo”. Fue una muy buena decisión haber dejado Canal 13. La tomé yo, y no fue sencillo. Salí con los derechos de todo lo que había hecho, sin firmar contrato en ningún lado, y fui a golpear las puertas de Telefe. Y después, haberme preparado para los big shows. Hoy, puedo hacer La voz argentina conduciendo momentos más serios y emotivos, y también Por el mundo tentado de risa. La combinación de ambas es lo mejor que me pudo haber pasado.
También cumpliste 50 años. ¿Un balance personal?
El respeto y el humor fueron lo más importante. Cuando tratás bien y cuando todo te lo tomás con humor, el mundo se ve de otra manera. Me han pasado cosas fuertes, pero no me ahogo en un vaso de agua, siempre le encuentro el lado del humor, hasta a lo más dramático. Creo que es importantísimo no caer en depresiones, luchar para salir adelante y reírse de todo. Después, lograr buenos amigos en el camino. Y la mejor decisión de mi vida fue tener a Mirko.
¿Qué te dio la televisión y qué le diste a ella?
La descontracturé, también a los roles de la conducción. Hay poca gente a la que se le perdonan los errores en vivo, y soy uno de los privilegiados de los que se tientan al aire y reciben elogios en vez de críticas. Eso hace que vaya superrelajado, porque si en vivo me mando una, sé que tampoco es grave y la gente hasta lo está esperando. La televisión me aportó muchísima seguridad. Pensá que era tan tímido que en una fiesta estaba en el rincón y no me gustaba llamar la atención. Sin embargo, hoy estoy en uno de los trabajos de mayor exposición. Incluso, soy de los más expuestos de los medios y, al mismo tiempo, soy superprivado y tímido. Logré una cosa en el medio bastante saludable, tengo el ego bien ubicado como para no caer en situaciones difíciles, como a muchos les pasa.
¿Te llevás bien con la fama?
Sí, le encontré un balance. Eso es clave. Si salís a la calle y te dicen “Sos un genio”, y vos estás un poco confundido, pensás que tienen razón. Entonces, el día que no te lo dicen más, caés en una depresión terrible.
El tema del ego de la gente de los medios es muy difícil, porque te inflan y con un pinchazo te explotan en dos segundos. Es muy difícil de manejar todo eso. Por suerte, yo lo tengo en un lugar saludable. Si la gente me
dice de todo, yo “Gracias, gracias, gracias”, pero no me la creo. No me considero ni mejor ni peor por donde estoy. Ese balance me hace sentir bastante normal y poder tener una vida normal dentro de lo que la fama
te permite.
¿Cómo sos trabajando?
Estoy en cada detalle, pero también relajo. No soy un pesado y obsesivo, confío en que la gente que me rodea es creativa y graciosa. Incluso busco que tengan el mismo humor, porque si no, sería imposible. Me meto, pero también sé cuándo soltar y dejar que las cosas sucedan.
¿La palabra “fracaso” no existe en tu currículum?
Todos tenemos éxitos y fracasos, depende cómo lo mida cada uno y en términos de qué. A veces un programa es superexitoso en rating y en lo personal no te llenó nada, o al revés. No me pasó el fracaso estrepitoso de que me levantaran un programa. La única vez que casi me sucede, actué bastante rápido. Fue en el 13, un programa de espectáculos que se le había ocurrido al canal, que no funcionaba. A las dos semanas fui a pedirles que cambiáramos todo, me hicieron caso, y el lunes salimos con algo totalmente diferente que pasó de dos puntos a doce. Cuando estuve por caer en un pozo, al menos pude animarme a ir a golpear la puerta, tampoco yo era tan importante como para que me dieran bolilla.
EL ESCRITOR
Durante la cuarentena, Marley encontró en un armario los manuscritos de sus primeras novelas. Escribió tres en diferentes momentos de su vida, todas a mano, incluida una de mil páginas. Todavía ninguna vio la luz, aunque sí publicó un libro para chicos. Se trata de Kisse, un cuento que imaginó con elementos de su propia
infancia, como su almohada, su pájaro y su abuela. “Me pareció importante hablar de bullying y de las pérdidas en un libro infantil, y ayudar a un montón de chicos que van pasando por esas diferentes etapas
en la vida”, resume. Si todo sale bien, le gustaría continuar esta historia de una almohada que lleva al personaje a distintos mundos. “La literatura me divierte”, asegura.
Adelanta que tiene en mente una novela para adultos. “Es una historia que tiene que ver con la muerte y lo que viene después. Si me tranquilizo un poco con la televisión, capaz que me siento a ser un poco más escritor”.
¿Sufriste bullying?
Tuve suerte. Nunca me elegían para jugar al fútbol, como pasa en el libro, pero no lo sufrí como algo terrible. Sabía que era malo, pero como era simpático y gracioso, no me afectó en la cabeza no ser elegido para el deporte. Entendía que era pésimo y que no me elegían no porque no me bancaran, sino porque querían ganar. Me llevaba bien con los chicos deportivos, los más líderes, y también con la onda más nerd, los estudiosos. Siempre fui una especie de embajador que se llevaba bien con todos los grupos. Entonces no recibía bullying, pero sí sentía la diferencia de no encajar en ciertas cosas.
¿Cómo te llevás con la muerte?
Lo veo como un paso natural. Pienso que una etapa lleva hacia otra, no me quedo con el concepto de que uno llega y se va. Tiene que ver con la influencia de los viajes. En tantos años de hacer Por el mundo, vi cómo percibe la muerte cada una de las culturas, y las milenarias son las que tienen esa forma de pensar. En Japón el alma tiene un nombre, y ellos reconocen cuando vuelve en otra persona. Soy más de pensar de esa manera, hay algo más después.
Con todo lo que hacés, ¿hay una palabra que te resuma?
«Felicidad». Todo siempre con buen humor y felicidad. Obviamente viví momentos difíciles, pero siempre salgo adelante con humor. Eso hace todo mucho más fácil.
EN CASA
Amante de las grandes ciudades, como Nueva York y Londres, su preferida es Buenos Aires y no viviría en otra. “Salvo que Mirko se vaya a estudiar afuera”, confiesa. Sin actualizar la cantidad de kilómetros alrededor del mundo, dice que lleva más de cinco vueltas.
¿Un hobbie en cuarentena?
Hacerme un trago. No soy fanático del alcohol, me gusta socialmente, solo no tomo, pero ahora, a la noche, cuando Mirko se va a dormir, me preparo un mojito. Eso no lo hacía antes.
¿Recuerdo de un famoso?
Un almohadón que me regaló Madonna. Me gusta porque siempre la pasé muy bien con ella y fueron importantes los encuentros, marcaron un antes y un después en mi carrera.
¿Entrevista pendiente?
Meryl Streep, la tenía para hacer y no pude viajar. Me arrepiento, porque me parece la mejor actriz del mundo. Me encantaría conocerla, si no es para entrevistarla, aunque sea, poder saludarla.
*Nota de tapa revista Convivimos. Julio 2020.