El primer disco de Delfina Cheb, Doce milongas de amor y un tango desesperado, recibió elogios de Gustavo Santaolalla y Alejandro Sanz, entre otros consagrados. Es argentina, pero vive en Boston, donde se mudó para estudiar en la Berklee College of Music. “Mi vida cotidiana sigue siendo superargentina, desde la música que escucho hasta la comida. Para mí es importante vivir en español, que el lenguaje siga siendo el castellano, son las palabras con las que me siento cómoda”, cuenta desde Miami, donde la sorprendió la pandemia.
“Me daba miedo hacer un álbum de tango, le tengo mucho respeto como música y cultura. Poder hacerlo es volver a casa, antes de regresar”, confiesa. Si bien el tango estuvo presente en su infancia, asegura que tuvo que volver al género para sentirse argentina. Que la apoden “la milonguera” le infla el pecho. “Si lo que puedo transmitir es la fuerza de las milongas como lugar de encuentro, si me lo merezco, me encanta. Además, porque lo siento, es que lo soy”, dice.
Lanzó el disco con el COVID-19 y el movimiento “I can´t breath” como contexto, y sus sensaciones fueron ambiguas, entre felicidad e incertidumbre. “Me pregunté cómo encararlo, y la verdad que lo único que tengo para dar, que siento cierto, son mis canciones y mi música. Es compartir lo que a mí me da paz, mi lugar de sanidad, de calma”.
¿Un disco que estés escuchando?
Viajes por el mundo, de Atahualpa Yupanqui.
¿Uno que recomiendes?
Lágrimas negras, de Bebo Valdés y Diego el Cigala.
*Publicada en revista Convivimos. Agosto 2020.