Productor de artistas como Paco de Lucía y Andrés Calamaro, el español –también músico y compositor– rompe barreras uniendo raíz y vanguardia.
Foto Gentileza Javier Limón
Es mediodía en Boston, y Javier Limón se encargará del almuerzo familiar. Luego de la entrevista con Convivimos, dice que preparará un plato español al estilo tradicional y para la guarnición utilizará una máquina que funciona con aire caliente, sin aceite ni agua. “Ahí tienes raíz y vanguardia”, apunta el productor con su tono andaluz. Esa combinación que le gusta tanto en la cocina, su hobbie, es su ADN en la música.
“Una vez, en un bar casi vacío de Madrid había una negra cantando Ojos verdes (Rafael de León y Manuel Quiroga). Busqué complicidad entre los presentes para confirmar que esa mujer era la que mejor cantaba sobre la tierra, sin lograrlo. Era Concha Buika”, cuenta sobre una de las artistas que produjo con su sello Casa Limón. “Al principio creía que era una obviedad cuando alguien era bueno, pero ahí empecé a darme cuenta de que lo que me parecía obvio no lo era”, explica. En su cantera figuran grandes, como Paco de Lucía, Joan Manuel Serrat, Diego El Cigala, Bebo y Chucho Valdés. También hay argentinos: Andrés Calamaro y Fito Páez.
¿Qué es la música popular?
Es una conexión entre raíces y alas, pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen, como decía Juan Ramón Jiménez. Que la música tenga conexión con la raíz y, a su vez, tenga vanguardia. Las músicas populares de verdad, no las comerciales, como el tango, la rumba, la milonga, el ballenato, el jazz, son la música del pueblo, de las bodas, de las calles, de las fiestas. Es la música para celebrar la vida y es la que me interesa.
¿Qué tiene un crack de la música?
La cualidad, del latín qualitas. Las cualidades no son subjetivas. En la música son la afinación, el ritmo, la originalidad, como la manera de desafinar de Leonard Cohen. Por supuesto, está la parte subjetiva, hay gente a la que le gusta más la Macarena que Gardel, en eso no me meto, pero no se puede decir que la calidad sea subjetiva.
¿Qué debe tener un artista para que lo produzcas?
Hay casos como el de Delfina Cheb, que no es una apuesta por alguien consagrado, sino por la calidad máxima. Esto es, arte de autor que está delimitado al sonido de raíz y vanguardia, rompo barreras. Además, no vale cualquiera, debe tener las cualidades para ponerlo al lado de Andrés Calamaro o Joan Manuel Serrat.
¿Por qué indagar en las raíces?
Lo que defiendo es el conocimiento. Rock y pop anglosajón hay en todos los países del mundo. A mí me gusta más mi música de origen judío, árabe y andaluz. Primero mi raíz antes que una que no es la mía. Me gusta más la paella que el hot dog. Me da mucha pena cuando veo a chicos jóvenes de Madrid cantando en inglés, encima con acento malo, y que no saben quién es Camarón de la Isla. Culturalmente, en África está el origen, pero en Iberoamérica está la gran fuente de cultura, está la mezcla con África, una explosión de folklore, de estilos y de ritmos.
¿Tenés una obsesión con el origen?
Es una especie de hobbie. Me vuelve loco cómo un viejecito canta una canción antigua. No solo en la música, también en la comida, la arquitectura… Me gusta ver lo diferente. Imagínate que en todos lados vieras lo mismo. No podemos pretender que el rock local sea mundial. Mundiales de verdad son Carlos Gardel, Astor Piazzolla, Caetano Veloso, Paco De Lucía, porque son únicos haciendo lo que hacen. Mas con la globalización, corremos el riesgo de acabar todos haciendo lo mismo. La diversidad es importante.
¿Cómo es Javier, el compositor?
Compongo por necesidad. No tengo ni medio problema con el contexto. Me gusta ordenar cosas y que eso sea el arte, me divierte. A veces ordeno notas, a veces palabras, ahora se me ha dado por las imágenes. Hacer una canción es ordenar palabras y sonidos con cierta estética. Además, tengo poca disciplina. Una falta de respeto hacia mí mismo constante es que todo lo que hago, lo uso. Me gustaría ser más exigente, pero no soy capaz.
¿Qué es el éxito?
Poder vivir de hacer la música que me gusta. No tengo coches ni relojes, tengo casa, me gusta el vino y reírme con mis amigos. Mientras pueda hacerlo y hacer la música que me apetezca, es suficiente. Para mí el gran éxito es no madrugar, no ponerme el despertador, es decir, trabajar en algo donde tengo la libertad de hacer cada día lo que me apetece. Pero cuidado, trabajo más que nadie: todos los días, todas las horas que puedo, verano, invierno, Navidad. Todos los días, sin parar, me encanta trabajar. Precisamente porque no lo tengo que hacer. La clave está en ser lo más libre posible, sin hacer daño a nadie y pasarlo bien.
CAFÉ ÍNTIMO
“Me encanta el café, me tomo unos doce al día. Lo tomo solo, fuerte, sin nada”, cuenta. También le gusta compartir con amigos y tocar la guitarra, porque dice que disfruta de la intimidad y la cercanía. Como guitarrista ha participado en los festivales más importantes de jazz del mundo, como North Sea Jazz Festival y Montreux Jazz Festival. Además, es director de Berklee Latino y el Instituto de Músicas del Mediterráneo de Berklee College of Music.
*Publicada en revista Convivimos. Agosto 2020.