“Si hay un clima hostil, el hecho artístico tiene la magia y el encanto de transformar lo que no sirva en algo que sí. El arte tiene que ser reparador, servir para mejorarnos, para ponernos bien y hacernos amigos del planeta”, dice Edgardo Giménez, el artista plástico que en la década del 60 formó parte del Instituto Di Tella. “La gente está angustiada, y esto viene de antes de la pandemia, necesita bienestar. Los artistas somos como un calmante para el dolor de cabeza. Con mis obras apunto en esa dirección desde siempre”, comenta.
Toda su producción se inscribe en el arte pop y asegura que es la corriente que más interpela al público. “No creo en el arte para seis personas, sino cuando le sirve a todo el mundo. Y el pop ha logrado ser popular”, dice. Además, sostiene que el arte debe ser provocador: “Agarrarte por entero y que por eso descubras cosas que no sospechabas que existían”.
Entre risas confiesa que está abierto a la aventura, porque prefiere un destino libre para hacer lo que desee. “No es seguro que solo quiera estar pintando. La vida tiene muchos condimentos, si falta uno, el plato no sale perfecto”, declara. Además, se considera afortunado porque está feliz consigo mismo y no quiere cambiar de receta. “Eso es el éxito, cuando estás solo con vos y te sentís contento”, confirma.
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Alfredo Arias y Marta Minujín.
*Publicada en revista Convivimos. Abril 2021.