“MIS OBRAS SON UN RITUAL”. JULIETA ANAUT

La artista visual fusiona técnicas y disciplinas en piezas realizadas a partir de sus experiencias personales y su vínculo con la naturaleza. 

Como si se tratara de un sueño donde todo es posible, las obras de Julieta Anaut viajan en el tiempo y superponen espacios. El pasado se entremezcla con cuerpos femeninos y naturaleza, en imágenes cargadas de espiritualidad: una mujer cosiendo una enredadera en una terraza de ciudad, una embarazada posando como una flor en el desierto o una figura en posición fetal sobre un fósil de museo.

Julieta es la primera artista de una familia de ingenieros de Río Negro. Nació en Cipolletti en 1983 y aprendió a coser a los seis años. Luego de formarse en pintura y grabado, se encontró con el collage digital y el placer de trabajar en capas. Así empezó la exploración con técnicas como fotomontaje y video, hasta combinar las diferentes disciplinas y encargarse de todas las etapas del proceso. Vive en la ciudad de Buenos Aires, pero mantiene un contacto creativo con el sur y hasta conserva el prefijo telefónico.

Además de fotografiar para sus obras, confecciona el vestuario, crea los elementos, prepara las escenografías y pone su propio cuerpo en escena para completar el mensaje. Cuando ella posa, las capturas las hace su pareja, Ignacio Laxalde. Nada de lo que utiliza en sus composiciones se tira. “Tengo guardados los objetos o convivo con ellos como adornos en mi propia casa. Muchas veces los reutilizo, van mutando de una foto a otra”, cuenta. Muchas de las cosas que conserva son de su abuela materna.

Tras doce años de trayectoria, debuta en el formato libro con Lo propio, la adoración, lo errante, donde reúne las series trabajadas en este tiempo. “Es una especie de retrospectiva que me permitió reconocer el hilo conductor que atraviesa mi producción. Caí en la cuenta de que son los mismos temas, las mismas dudas y las mismas nostalgias que una va reformulando”, resume.

 

¿Cuáles son los temas que se mantienen?

Hay distintos hilos conductores que atraviesan las series y trascienden las distintas épocas de producción. Por un lado, la relación entre lo natural y lo artificial, la naturaleza agreste y la ciudad, el contraste entre esos espacios. Por otro, el tema de la adoración hacia la naturaleza. También la idea de unir el cuerpo de mujer a esa naturaleza, que queden en una convivencia armónica. Y por último, a veces surge el tema de la diosa o de los ritos populares con figuras de mujeres.

 

¿Por qué ponés tu cuerpo? 

Por lo general, lo que quiero contar a través de las imágenes son situaciones muy propias, muy íntimas, de vivencias personales, entonces siempre me pareció importante reflejarlas a través de mi propia figura, también como un cuerpo que va mutando con el tiempo y que va sosteniendo las huellas de esas vivencias. De ahí la idea de hablar desde mí misma, desde mi lugar, tener una voz propia siendo mujer y pudiendo expresar mis emociones. No siempre es mi cuerpo, pero sí en la mayoría. Cuando he retratado a otras mujeres, son cercanas y me siento identificada con sus historias.

 

¿Al mostrar contrastes, buscás una nueva síntesis? 

Siendo de Río Negro, donde hay más naturaleza, y viviendo en Buenos Aires, de alguna manera estoy atravesada por los dos espacios y convivo con eso. La síntesis es lo que una va adquiriendo a través de las diversas experiencias. Es una manera de acumular y condensar en las imágenes los diferentes lugares que he ido habitando.

 

¿Qué relación tenés con el tiempo en tus obras? 

Me interesa mucho unir lo mitológico con lo contemporáneo, traer tiempos antiguos a la actualidad, ya sea a través de los fósiles, de la geografía, de la literatura, de la mitología. Traer otros tiempos, unirlos y generar un nuevo tiempo donde todo eso se combina.

 

¿Sos nostálgica?

Sí, bastante. De hecho, la última serie se llama Simulacro de una nostalgia no conocida, porque a veces no sé de dónde viene esa nostalgia, pero siento que tiene que ver con los paisajes que he perdido, con cierta ritualidad o fe por una relación con la naturaleza que también se ha perdido. Es la manera que encuentro para convivir con esa nostalgia.

 

¿El arte también sirve para descubrir lo que aún no se conoce? 

Sí, puede ser en el sentido de que uno crea cosas que no existen, es algo imaginado. También hay veces que en el momento en que una produce las imágenes, no sabe bien de qué se trata, el desciframiento de eso viene posteriormente, entonces es una manera de transitar las emociones y descubrirlas.

 

¿Tus obras son una ofrenda o el ritual completo?

Son el ritual completo, son las distintas cosas que voy haciendo y de manera reiterada para ir atravesando el desarraigo. Pero también son una ofrenda, porque es una entrega que hago de todo ese proceso.

CAFÉ SINCERO

“No tomo café, soy del mate”, confiesa Julieta, a quien le gustan los amargos a la orilla del río Negro y elige no cebar. Por otra parte, dice que el mayor desafío de los artistas visuales en tiempos de sobrepoblación de imágenes es ser sinceros con lo que se quiere transmitir. “A veces es difícil despegarse de eso, ser genuino, y tratar de hacer las imágenes lo más propias posible”, comenta.

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*Publicada en revista Convivimos. Junio 2021.