Es ilusionista y mentalista. Durante la cuarentena creó trucos que impactaron a sus colegas más renombrados. Desde Buenos Aires para el mundo, el mago que se anima a lo virtual.
Ninguno de los espectadores lo puede creer. Las bocas abiertas que se observan en las ventanas de la plataforma Zoom parecen otro efecto de Adrián Lacroix. El ilusionista adivinó la clave numérica de un celular del público, completó un cubo de Rubik en segundos y acomodó el mazo de cartas de quienes presenciaban el show virtual desde sus casas. Empezó a los ocho años con un truco que traía la revista Billiken, y 30 años después les muestra los propios a los mejores magos del mundo.
Recuerda que un lunes de su infancia, cenaron con David Copperfield en la televisión. “No me sorprendió lo grandilocuente que hacía, sino lo que lograba con objetos cotidianos, como traspasar un billete con un lápiz”, comenta sobre cómo descubrió esta vocación que fue perfeccionando entre videocasetes, libros y revistas. Si bien hay escuelas de magia, él fue autodidacta y, aunque siguió de cerca a varios referentes, reconoce que hubiera preferido la guía de un mentor que le anticipe las dificultades de este arte.
Dice que en su oficio hay una edad para las cosas. “No es lo mismo que un pibe adivine lo que estás pensando a que venga una persona de 40 o 50 años. Tiene que ver con la maduración y el rol que uno asume para lo que hace”, sostiene el especialista en mentalismo. Además, aclara que magia e ilusionismo no son sinónimos. “En una ilusión hay un método mecánico o técnico que está camuflado para que el espectador no pueda discernir lo que sucede, entonces no encuentra explicación posible. La magia es lo que hace Harry Potter con su varita, en lo cual no creo”, explica desde su living decorado con posters del mago David Blane.
Cuando el entorno lo desafía, lo sorprende su creatividad. Así le pasó con la pandemia; la falta de espectáculos en vivo lo motivó a crear efectos diseñados especialmente para la virtualidad. De tan sorprendentes que resultaron, el mismo Copperfield lo llamó para que se los mostrara. Siente como una caricia que a quienes admira se interesen en su trabajo, pero su objetivo es conectar con el público y que lo elijan, porque en su espectáculo pueden vivenciar situaciones únicas.
¿La magia virtual está a favor o en contra del ilusionista?
Con la magia virtual sucede algo que antes no pasaba. La gente espera que el performer esté presente físicamente con ella para poder realizar el truco. Entonces cuando la sacás del lugar donde sucede la magia, prácticamente ocurre un imposible, ni siquiera está el tipo que puede controlar que el efecto salga bien.
¿Un truco tiene que ser creíble?
El ilusionista tiene que generar la credibilidad, por más que sea momentánea. No pretendo que la gente se vaya del show convencida de que tengo un poder psíquico o que puedo leerle la mente. Lo que busco es hacer sentir esa imposibilidad y jugar a que es posible dentro de un contexto, que es un espectáculo, un entretenimiento.
¿Detrás de cada efecto hay una historia?
Siempre, puede estar explícita o no. Esta es una manera de comunicarse con el otro, y cuando uno se comunica es porque tiene algo para expresar. Si no sale con las palabras, sale con el arte. El ilusionismo es una forma de decir cosas de una manera única, no encuentro otra, y las cuento a lo largo del show. Si bien no es lo mismo en cada presentación, son cosas que me pasan a mí, que siento y que quiero compartir.
¿Qué es lo peor que le puede pasar a un ilusionista?
Hago un efecto de un clavo escondido debajo de cuatro vasos… traspasarse la mano debe ser feo. Más allá de que salga mal un efecto, no hay cosas muy graves en juego. Lo peor que le puede pasar a un ilusionista es aburrir al público y no ser feliz haciendo lo que hace o hacerlo por la razón equivocada.
¿La capacidad de asombro no se perdió?
No se va a perder nunca, porque es natural al ser humano. El mago Paul Harris plantea que el humano nace con asombro, todo lo que ve le parece imposible. A lo largo de su vida, forma una pared de cajas con explicaciones con la cual el asombro queda protegido. Cuando ve un efecto mágico, es como si alguien pateara esa pared por un momento y se encuentra con ese estado primitivo. Por eso digo que la magia es para los grandes, porque los chicos con la imaginación ya tienen la magia. El adulto que cuenta con todas las explicaciones en frente necesita reencontrase con esa sensación, porque está muy desilusionado con la diaria.
¿A mayor experiencia, buscás complejizar los efectos?
Me interesa que todo sea cada vez más simple, desde el método hasta la ejecución, porque las cosas más simples engañan más. La cabeza del ser humano es tan rebuscada que siempre busca la explicación compleja. Con el tiempo, más que los efectos o las trampas en sí, me interesan las sutilezas, la parte psicológica, la presentación, la ambientación, la música. Se trata de comprender el uso correcto de los recursos y cómo explotarlos al máximo puede ser más eficiente que seguir en una búsqueda interminable. También aprendí que no se necesita cantidad, es preferible hacer bien lo que uno hace.
CAFÉ SIN CONEJO
Luego de un show virtual, un niño le escribió en un mensaje que ya no deseaba ser youtuber, sino convertirse en mago. “Me gusta generar ese interés y que haya ganas de ver magia, porque no es que no funcione, sino que se siguen haciendo cosas de antaño para un público que cambió”, afirma Adrián, quien pide una “lágrima” cuando toma café. En 2020 recibió el Penguin Magic Award al “Inventor del Año” y pronto estará viajando a los Estados Unidos para conocer a David Copperfield, asesorar a David Blane y avanzar en su carrera internacional.
*Publicada en revista Convivimos. Julio 2021.