Produjo más de 70 películas argentinas, también obras de teatro y series de televisión. Asegura que el secreto de su éxito está en escuchar y ver con los ojos de la gente.
Fotos: Laura Ortego
Carlos Mentasti vive adelantado. La entrevista estaba pautada para un miércoles, pero el productor de cine y teatro ya estaba listo un día antes. “Me pasa siempre, me adelanto a mi agenda”, confiesa con una sonrisa.
Dice que su profesión se moldeó así, que los proyectos le insumen por los menos dos años. “Así que me tengo que anticipar. Pienso en ese tiempo hacia adelante”, cuenta quien es responsable de películas como Un argentino en Nueva York, La fuga, Esa maldita costilla y Apasionados. Entre las más de 70 que realizó, figura Tango, nominada al Óscar como Mejor Película Extranjera en 1998.
Mientras conversa con Convivimos, tiene una obra de teatro en la cartelera de Buenos Aires, Madres, y se prepara para llevarla al Teatro Provincial de Mar del Plata, el tradicional complejo cultural que dirige desde 2019. Además, en asociación con Alejandro
Roemmers trabaja en tres proyectos audiovisuales, entre ellos una biopic sobre Juan Manuel Fangio. “Estamos tratando de no tomar muchos proyectos, porque no nos da el tiempo y prefiero poco pero de mucha calidad”, explica.
Carlos tiene 69 años y hace más de 40 que se dedica al séptimo arte. Empezó trabajando como cadete y luego en Prensa de Argentina Sono Film, la productora que fundó su abuelo Ángel en 1933, que después dirigió su padre y más tarde él mismo. “Mi locura eran el fútbol y el cine. Mi viejo un día se enteró de que había faltado a la facultad porque me vio atajando en un partido en una foto en el diario. Ahí me dijo ‘Venite a laburar conmigo’”, recuerda.
Además, cuenta que escucha hablar del tema desde que estaba en la panza de su mamá. “Ella era actriz; sin querer se me fue metiendo en la piel. Niní Marshall es mi madrina; a casa venían ella, Mirtha Legrand, entre otros personajes de la época. Yo jugaba con los autitos y pasaba entre sus piernas”, recuerda. También de chico recorría los cines de la calle Lavalle junto a Ángel Luis, su papá, y se metía en todas las funciones “a mirar trailers y ver la reacción de los espectadores”.
Su primer film fue Atrapadas, en 1984, un éxito total al que le seguirían otros títulos aclamados por el público. Para él no hay más secretos que “mirar con los ojos del público y juntarse con gente joven, porque los gustos cambian”.
¿La mirada anticipada es algo que fuiste construyendo?
No se puede estar en el momento en que una película se va a estrenar para después rodar a partir de eso, hay que verlo antes. Tengo muchos anticuerpos o filtros, como hablar con la gente que está a mi lado. Si sueño durante dos años con un proyecto, y luego de pasar por esos filtros sigue latente en mi cabeza, recuerdo el título y la idea, entonces continúo. Es una manera particular de trabajar. Yo trabajo con las ideas de producción, con los títulos, no con los libros. Si alguien me viene con un proyecto, le pido que me escriba en un renglón cuál es la idea. Si me gusta, se mantiene en mi cabeza, imagino el título y el afiche, voy con el proyecto. Si no, no.
¿Los soñás literalmente?
La palabra “soñar” para mí es desarrollar, discutir, en el sentido de intercambiar ideas. Y de las ideas, sin importar de quién vengan, tomar lo mejor para el proyecto. El secreto del éxito de mis películas es juntarme con gente más capaz que yo, que las mejore. Hoy hay que ser muy abierto para desarrollar un proyecto de cine, de serie o teatro. Hay que escuchar a todo el mundo, a mí nunca me interesó quién lo decía, sino lo que servía, y así me fui creando.
El de productor es un rol bastante desconocido, ¿en qué consiste?
Soy un productor atípico, cien por ciento creativo. Inclusive me molestan los números, que los tengo que llevar porque es parte de mi negocio. Yo estoy constantemente en las películas, las diez horas de rodaje al lado del director, sugiriéndole o apoyándolo, o hablando con los actores. Lo que uno filma queda para toda la vida. Entonces, cuando uno ve algo que no le gusta, si no busca otra opción y la filma, no hay otra oportunidad. Lo mismo en teatro: me junto con la directora a sugerir. Mi función es creativa, soy muy sensible con respecto a lo que se transmite y muy realista. Mi rol, una vez que la película está terminada y se la entregamos al público, es todos los días recorrer los cines y ver lo que responde la gente. A partir de eso, aprendo a decir “Me equivoqué”, veo qué modifico. El público tiene la verdad. Yo trabajo con los ojos de la gente.
¿Qué significa tu decisión de hacer cine no para la crítica, sino para la gente?
Mi debut fue Atrapadas. Revolucionó el mercado, era la primera película que tenía violencia y escenas de sexo, y su heroína era una mujer. Fue un éxito tremendo; me acuerdo que había una fila enorme para entrar la noche del estreno, y sin embargo la crítica me mató. Pero yo veía lo que pasaba con la gente y me preguntaba qué hacer. Luego hice mi segunda película, Brigada cola. Me dije: “¿Cómo hago una película para competir con Olmedo y Porcel?”. Así que busqué en los cuatro personajes al argentino. También fue un éxito importante y la crítica me mató. Entonces pensé: “No me sirve adaptarme a la crítica, sino a la gente”. Me dediqué a trabajar para el público y me fue bien.
¿Cuáles fueron los principales cambios en el cine estos años?
Los cambios son cuantiosos. Primero el VHS, y parecía que el cine se acababa; ahora la pandemia paralizó los negocios de cine y teatro. El cine es lo que está más afectado, porque es un sentimiento de costumbre, y cuando lo cortás, se complica. En este último tiempo, la gente se acostumbró a quedarse en su casa y a ver las películas en televisión. Pero se pierde la magia de la sala, con factores inigualables como la oscuridad, la cercanía con el otro, el contagio de la risa, la imagen más grande que uno, que es lo que permite meterse de lleno en la experiencia. Estamos complicados, es una competencia muy dura. Nos va a costar mucho, sobre todo el cine, no tanto el teatro, porque cada función es única para la gente, es mucho el vivo. Día a día cambia y nos tenemos que adaptar.
“SOY UN PRODUCTOR ATÍPICO, CIEN POR CIENTO CREATIVO”.
¿Le ves futuro al cine?
No va a desaparecer, pero sí tenemos que ser inteligentes para acercar a la gente al cine. Hay que darle siempre algo más de lo que piensa que va a recibir. Las personas se van a saturar de ver la serie en su casa, porque de pronto viene el diariero, el lechero, el nene, el perro… y no es lo mismo ver una película con estas interrupciones que estar en una sala, sentir la oscuridad, la risa, el miedo y ver esa imagen divina. Hay que pensar cómo después de esta pandemia volvemos a llevar al público al cine con magia. Si no, será difícil.
¿Qué es la magia?
Son buenas historias, y en todo lo que uno hace, sorprender con algo más. Si la gente se sorprende, sale agradecida. Así se genera el boca en boca, que es lo hace que el público vuelva. Pasa por el ingenio nuestro y por ofrecer cosas brillantes.
¿El cine argentino puede competir con Hollywood?
En la Argentina sí. En todas mis películas busco la identificación, y cuando la gente se identifica con el proyecto, le podés ganar a cualquier tanque americano. Respecto del mundo, es difícil, porque hoy un film grande, americano, cuesta unos 250 millones de dólares, en cambio uno argentino no supera los 800 mil dólares. Con esa diferencia, tiene que ser una maravilla fuera de serie para que llegue al exterior. Igualmente, la calidad de algunos proyectos supera la cantidad de la plata. Acá hay profesionales valiosos que pueden hacer proyectos interesantes. Es un trabajo muy difícil el nuestro para ese nivel.
Cuando jugabas al fútbol, eras arquero, ¿es una posición que se parece al rol del productor?
Como arquero me acostumbré a anticipar la jugada. El arquero tiene que estar atento al pase que hará el jugador para llegar antes a la pelota, y eso es lo mismo que me pasa como productor.
Y atajás penales…
Todos los días, pero ya tengo la coraza y estoy acostumbrado al vértigo. Imaginate que cualquier película u obra en algún momento pasa por una crisis, y el productor tiene que estar tranquilo para saber cómo resolver y actuar.
PING-PONG
Una película que te hubiera gustado producir: Rocky.
Un director que te gustaría convocar: Brian de Palma.
Un jugador de fútbol: Richard López.
Una actriz: Viviana Puerta.
Un músico o grupo de música: Palito Ortega, Charly García, Nito Mestre; los que convocan son míos, al margen de mis gustos.
Un libro: La fuga.
Un productor: Yo.
*Publicada en revista Convivimos. Octubre 2021.