El creador del Centro de Estudios Fotográficos de Córdoba asegura que en la era digital lo importante no es sacar fotos, sino combinarlas para contar una historia. Sus reflexiones, en esta charla.
Fotos: Sebastián Salguero
Aníbal Mangoni empezó tarde su primer taller de fotografía. Ya había pasado la primera etapa donde se aprendía sobre el manejo de la cámara y estaban abordando la parte del copiado de fotos. En el laboratorio, mientras se revelaba la imagen ante sus ojos, descubría que su pasión por la fotografía estaba en el proceso. Todavía eran tiempos analógicos, corrían los años 90 en General Roca, la ciudad de Río Negro donde nació hace 45 años.
En 2001, cuando el país estallaba, se tomó un colectivo a Córdoba Capital para fundar el Centro de Estudios Fotográficos (CEF), movilizado por las ganas de enseñar y aprender. Con la pandemia, el espacio físico cerró, pero continuaron realizando clases virtuales y llevando adelante sus iniciativas, como el Festival de Fotografía Impresa, que está en marcha y continúa hasta marzo con actividades en distintas ciudades (www.cefcordoba.com/festival-de-fotografia-impresa/).
Aunque hoy está alejado de los flashes, de ninguna manera colgó la cámara. “Vincularse con la fotografía no es solo sacar fotos, es también leer sobre el tema, mirar fotografía, hay otras formas”, sostiene Aníbal. Él, además de docente, se define como gestor.
El paso a lo digital no le genera nostalgia alguna, más bien cree que es un momento oportuno para concentrarse en lo que se quiere contar con una foto. “Tal vez se puede dejar de pensar a la fotografía como esa imagen única, aislada, como un instante decisivo y pensarla como un correlato de imágenes. Una imagen sola es algo cuasi anecdótico y de logro, eso es algo que ya no me atrae. El desafío es combinar dos imágenes, luego una tercera y una cuarta, y así poder construir un relato”, dice.
¿Qué fue lo que más te sorprendió a medida que profundizabas en la fotografía?
La fotografía me hizo conocer lugares, situaciones y personas que jamás pensé conocer. Desde algo cholulo como fotografiar a la banda que me gusta y que tenía grabada en un casette, hasta conocer el país o estar metido en lugarcitos de Traslasierra con unos tejenderos. Pero también me ha dado la posibilidad de conocer a sus hacedores. Hoy, con los veinte años del CEF, me sigo sorprendiendo con la gente que me cruzo. Hay algo que supera la fotografía, la construcción de vínculos que me ha dado con profesionales y con quienes están comenzando.
¿Cómo son esos vínculos?
Esos vínculos los construyo a partir de escuchar sus pensamientos en torno a la imagen, a la producción, a la formación. Y me importa que las instancias de formación, por ejemplo, las actividades del festival, se metan con los procesos. Eso es lo que me interesa, no tanto cómo quedó la cereza arriba de la torta, sino cómo fue el armado. Pensando en que nos queden herramientas para el mañana, así entiendo el proceso de formación.
Con el CEF realizan el Festival de Fotografía Impresa, ¿qué celebran?
Tiene que ver con darse un tiempo para mirar imágenes, un permitido. Celebramos la posibilidad de ver un material que no siempre está muy a mano, y al mismo tiempo es una oportunidad de acercar intereses. Además, celebramos el encuentro y que a partir de una instancia de formación se genere una publicación de distribución gratuita, porque tiene que ver con cómo circulan las imágenes, la imagen como información, como discurso, como un decir. ¿Por qué ir a un festival a ver libros si puedo quedarme en casa mirando imágenes en el celular? Es que hay algo del tacto que cambia, lo que puedo ver en pantallas siempre tiene el mismo acabado, es brillante, por ejemplo, y después esa misma imagen materializada es más grande o más chica.
¿Extrañás la impresión de fotos?
No, porque han aparecido otras formas, y que haya surgido lo digital no significa que desapareció lo analógico, seguimos fotografiando analógico y seguimos copiando. Es como usar una máquina de escribir o una computadora. Me interesa lo que escribís, no la herramienta. El tema es que con lo digital aparece mayor posibilidad de realizar tomas, de generar más imágenes, entonces ahí empieza la cuestión de seleccionar. Luego, quién fotografía es un abanico que se va abriendo, una pirámide invertida, hoy todos y todas lo hacemos con el celular. Entonces, actualmente el foco más que en lo técnico podría estar puesto en lo narrativo y lingüístico. ¿Qué queremos contar con tantas imágenes? Tanto mías como ajenas.
En este contexto con tanta imagen, ¿por qué son importantes los fotógrafos?
Son importantes porque nos llevan a mundos tanto reales como ficticios. Necesitamos a Abbas Kiarostami, no a Walt Disney, para que nos alimente el espíritu. Por un lado, el fotógrafo puede ser quien cree una imagen más creativa, artística, y por otro, quien genera una imagen periodística o literal, que sirve, funciona con una necesidad.
CAFÉ CON CALOR
La mañana de la entrevista, el calor castigaba desde temprano. Escapándose del sol en la cara, Aníbal pidió un cortado. “Mate muy poco, soy más cafetero y disfruto tomarlo afuera”, comenta en un bar cordobés. Confiesa que son pocas las veces que regala fotografía y que a las imágenes impresas, en vez de tenerlas en su casa como adornos, prefiere colgarlas en los espacios de formación para poder usarlas de referencia.
*Publicada en revista Convivimos. Febrero 2022.