Es la elegida por los músicos del momento para sus videoclips. Con una estética colorida y fantástica, se consolida como la referente de la dirección de arte de la nueva generación.
Que un galpón vacío se convierta en un cyber futurista o en un desierto, crear una ostra gigante donde entre una persona o una casa en miniatura, lograr que un piano sangre por sus teclas es lo que Melanie Anton Defelippis ama de ser directora de arte. “La sensación de que acá no había nada y después ¡mirá el resultado! me flasheó”, le cuenta a Convivimos esta joven de 27 años a quien le apasiona construir mundos desde cero para contar una historia.
Se recibió de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en 2018, y desde entonces engrosó su CV con trabajos para los artistas número uno de la nueva generación. Hasta el momento, suma cerca de cien videoclips para cantantes como Tini, Cazzu, Abel Pintos, Jimena Barón, Duki y Paulo Londra. Incluso, en el último tiempo, se animó a la dirección general.
Fanática del rosa, asegura que en este oficio no todo es de ese color, porque se desconoce el esfuerzo que hay en el detrás de escena de una pieza audiovisual. “Filmar implica veinte horas de rodaje, mover cosas pesadas, que te llamen a las cinco de la mañana para ir a un lugar lejísimo, con frío. Es muy sacrificado, porque cada proyecto es distinto entre sí, no es que vamos siempre al mismo estudio dos horitas. Muchas veces estamos noches sin dormir, armando cosas para poder llegar con una fecha”, cuenta.
¿Qué es la dirección de arte?
El director de arte crea metáforas visuales, porque cuenta a través de los objetos y colores lo que no se cuenta a través del diálogo de una película o en una canción si es un videoclip. Es el encargado de presentar una propuesta estética, que implica definir con qué paleta y con qué estética se va a trabajar, por ejemplo si la pieza será minimalista, barroca o estará anclada en una época antigua o moderna.
¿Hay diferencias entre hacer cine y videoclips?
Es muy distinto. La película tiene un proceso de preproducción más largo, los videoclips se hacen con muy poco tiempo de anticipación, a veces dos semanas. Eso no significa que en un videoclip tenés que hacer todo a las apuradas y en una película no, sino que en el videoclip el desarrollo de la historia, de los personajes o de los sets es más chico, entonces se tira toda la carne al asador, porque dura solo dos minutos. En cambio, en una película, a lo largo de casi dos horas vas construyendo de a poquito quién es el personaje o el lugar. Es más lento, pero lleva más trabajo el cómo se va a contar, para no tirar toda la información de una.
¿Qué te interesa más?
Me interesan ambas. Estoy más acostumbrada al videoclip, hace tiempo que vengo haciendo y he hecho una gran cantidad. La primera película (La piedad, de Eduardo Casanova) la hice el año pasado, es un terreno que me interesa para salir de mi zona de confort, pero que a la vez es mucho más difícil; entonces si es un film en donde la dirección de arte juega un rol importante, me encantaría hacerla, pero si no, no sé, porque es muchísimo trabajo.
¿Te gusta la dirección general?
Me encanta, aunque me siento más directora de arte. Dirigir surgió porque a veces no tenía la posibilidad de realizar los sets que imaginaba, tenía ideas en la cabeza que no encontraba dónde plasmar, porque hay muchos filtros que van limitando las propuestas. Cuando podés proponer de cero es hermoso, porque, por ejemplo, podés llevar al artista a un lugar desconocido.
¿Hacer dirección de arte es ser artista?
Sí. Atravesar un proceso creativo y plasmarlo en una pieza, una fotografía, un cuadro, lo que fuera, eso es arte. La dirección de arte es ser artista porque es mezclar lo que una tiene dentro con lo que te piden.
¿El secreto es la experiencia?
Sin asociar la palabra “experiencia” a que te llamen de un montón de trabajos, yo soy de hacer, hacer y hacer. Siempre estoy creando cosas, aunque sea una foto para el Instagram, pero lo hago todo el tiempo. La dirección de arte es tan variada, un día realizás un iglú, al otro día una playa adentro del estudio; siempre aparece algo nuevo de lo que no hiciste nada parecido antes. Eso pasa aunque lleves años trabajando en esto. Mantenerse activo, estar en distintos proyectos, genera que al siguiente puedas ir más a los detalles o buscar más hondo. Además, la falta de recursos para armar una puesta en escena te hará llegar a un mejor puerto, te rebuscás mucho más si no tenés nada y encontrás cosas que de otra forma no saldrían de tu cabeza. Lo que se ve como una limitación, por el contrario, es algo que hay que aprovechar, es donde más se ejercita la practicidad, cómo me las rebusco con tres materiales para hacer algo que se vea estético, armónico y cuente un mensaje.
¿Cómo definís tu estilo?
Colorido. Retro, a veces futurista, pero no actual. También, con lo fantástico o maravilloso, cosas fuera de este mundo y de lo cotidiano, más imaginarias.
CAFÉ CON FLORES
“Cuando pasás tantas horas filmando, el café es lo más hermoso que hay. Soy más de tomar café con leche, pero en los rodajes es solo”, dice y se considera “un poco adicta”. Su taza de todos los días es con florcitas coloridas.
Guarda los objetos que realiza para los decorados en un depósito para luego reciclarlos. “A veces los artistas te los piden porque les representa su videoclip, como Abel, que se quedó con el bote de El amor en mi vida; o Tini, que pidió la concha gigante para sus shows”, revela.
*Publicado en revista Convivimos. Julio 2022.