La actriz, humorista y bailarina que protagoniza un unipersonal y actúa en la comedia Madres, además de seguir formándose en dramaturgia, anticipa que está escribiendo una obra. Conversación con una mujer multifacética.
Fotos: Gentileza Nacho Lamadrid y Foco Teatral.
Desde que atendió la llamada de Convivimos, Anita Martínez no dejó de hacer alguna otra cosa, además de conversar. Mientras cuenta de su presente y trayectoria profesional, se escucha que mueve objetos y no para de acomodarlos. “Estoy limpiando el desastre que dejaron los albañiles”, revela en medio de un cambio de azulejos.
Así es su día a día. En simultáneo, realiza varias actividades entre el trabajo y la vida familiar. Tanto que no se siente bien si tiene que frenar el ritmo, como le pasó con la pandemia. “Siempre fui muy activa, desde chica soy muy inquieta. Ahora pude canalizar mi energía con muchas cosas, el teatro es una. También estoy vieja”, dice entre risas.
Los primeros pasos en el arte fueron de ballet, la actuación la sorprendería años después. Era una bailarina con condiciones, incluso estudió en la Escuela Nacional de Danza con maestras del Teatro Colón, pero su realidad familiar a mediados de los 90 le cerró ese telón. Sin embargo, asegura que nunca dejó de bailar y mostró su talento en Bailando por un sueño, donde se coronó campeona junto a Bicho Gómez en 2014.
Su primera aparición fue en televisión en TyC Sports, en el programa Club social y deportivo, y luego en Mar de fondo con los diferentes personajes que creaba. Así se hizo fuerte en el humor, un talento que trasladó al teatro, donde además de actuar es autora de algunas obras como Únicas. Actualmente está en cartel con el unipersonal Encantadora y la comedia musical Madres. También participó de películas como Apasionados y Rumbo al mar. “Encontré algo muy lindo en lo actoral, me dio un camino, una forma de ir hacia algún lugar, y me entregué a eso, no me resistí”, confiesa desde su casa en Ituzaingó con el ladrido de uno de sus tres perros de fondo.
¿Sos “encantadora” o cómo te describís?
No, para nada, es un título veraniego. Yo soy una remadora, siempre haciendo lo posible por progresar. Por eso, siempre estoy estudiando, tratando de salir adelante o no quedándome en ninguna zona de confort. Es un problema, porque no me relajo nunca.
En el escenario, ¿te sentís mejor sola o con elencos?
Me pasan varias cosas. Estoy muy acostumbrada a laburar sola, entonces le voy encontrando un tiempo propio a la resolución de los conflictos y a las energías que suceden en escena. Cuando estoy en una obra de elenco, no me resulta complicado, al contrario, es un ejercicio muy lindo para alimentar. Pero también depende de la capacidad de juego de los compañeros, porque el teatro es un ejercicio muy solidario. Me sirve y me hace bien laburar en equipo. Soy muy apasionada, entonces, postfunción de Madres, en el chat vamos tirando cosas. El trabajo es arriba del escenario, pero después sigue, eso es lo que más me gusta. En cambio, si estoy en un unipersonal, esa charla la tengo solo conmigo.
¿Cómo conociste el humor?
Siempre hice personajes, en la escuela era la que imitaba a los profesores, estaba en todos los actos, era algo natural para mí. El humor aparece cuando empiezo a trabajar, las personas que me convocaban me pedían personajes y no tenía. Hasta que un día un productor me dijo “Vos tenés que hacerlo”, y empecé a salir con diferentes caracterizaciones. De ahí no paré, me entregué al humor y me dejé llevar. Escuché un poco lo que estaba pasando y lo que me pasaba a mí, porque cuando no encuentro sentido me corro, me voy hasta que se lo encuentro de nuevo, por eso aparezco y desaparezco, porque si no, se repite y se repite. No tengo que estar pedaleando allá arriba por el solo hecho de que se puede pedalear, debe tener alguna explicación.
¿Tenés ganas de encarar algún drama?
Soy una dramática total, me encanta el drama, por eso la comedia me hace tan bien. Por alguna razón, mi cuerpo entiende la comedia, es un lugar donde fluye una energía natural, no tengo que forzarla. La comedia tiene una cosa que cuando vas arriba, es una tabla de surf, y cuando surfeás la ola con seguridad, es muy lindo.
¿En qué estado está el humor?
El humor acompaña los cambios sociales. Este es un momento de mucha transformación y hasta que el humor encuentre un lugar, esa transformación es caótica. Hay un nuevo paradigma y una nueva forma de entender a la sociedad para reírse de cosas distintas. No solo es una preocupación de los humoristas, sino una ocupación. Es supervalioso, está buenísimo que salgamos del lugar de confort para pensar de qué nos reímos. De ahí cada uno elegirá de qué se quiere reír, pero el tema es de qué no nos tenemos que seguir riendo.
¿De qué no debemos reírnos?
No me quiero poner moralista, porque el humor es muy personal, es un terreno subjetivo. Sí es importante darnos cuenta de que la cuestión de género dejó de ser divertida para ser importante, entonces hay que ser cuidadoso, sobre todo con la elección del otro. Hay temas que quedaron fuera de temporada, no hay que ser obtuso y sí es necesario observar qué es lo que está demandando la sociedad.
AGRESTE
Sueña con vivir en el campo, pero sabe que su casa en el Gran Buenos Aires, a unos 30 kilómetros de CABA, es lo más cercano a ese deseo y está feliz. Allí convive con su hijo Lorenzo, de 15 años, y tres perros, dos de ellos mayores (Negrita y Chiquita tienen 17 y 18 años).
Madrina del refugio San Francisco de Asís y comprometida con las causas relacionadas con los animales, asegura que “todo lo que es política ambiental es urgente”, y pone como ejemplo lo que sucede en su propia huerta a raíz del cambio climático: “Ahora, deberían estar heladas, pero están a full las papas, también la albahaca”. También tiene acelga, ciboulette, rúcula, lechuga y repollo. “No podemos desconocer el proceso de los alimentos. Aprender a comer y a sembrar es educativo”, asegura.
Anita no deja de capacitarse: en plena pandemia se recibió de instructora de yoga y ahora se está formando en dramaturgia. “Además, permanentemente estudio entrenamiento teatral, máscaras, manipulación de títeres, realización de teatro de objetos”, comenta, y anticipa que escribe una obra sobre los problemas que surgen en la relación entre una titiritera y su títere. “Todo lo que hago tiene que ver con los vínculos, porque un poco es la existencia humana”, sostiene.
¿Qué te incomoda de la exposición?
No sé cómo explicarlo sin que suene antipático. Soy una agradecida de mi trabajo, de lo que tengo y de lo que he podido hacer con mis seres queridos a partir de lo que he laburado. Pero me pasa algo con la fama y su concepto de brillo constante, porque no es un lugar donde me sienta cómoda. No soy una persona que haya nacido para brillar, que le guste que le saquen una foto, no es que me molesta ni juzgo a nadie que lo haga, pero yo no nací para eso. Ser famosa no fue mi objetivo nunca en la vida, al contrario, soy recontrasimple. Valoro mucho la austeridad, aceptar lo que uno tiene. En una sociedad en la que el progreso es comprar, no necesito mucho más de lo que tengo y lo que consigo me gusta que sea por esforzarme. Cuando hay tanto brillo se genera una percepción errada de la persona, y yo soy una persona muy imperfecta, no puedo ser famosa, porque estoy llena de defectos.
¿Cuándo te sentís exitosa?
El éxito es cuando lo que está alrededor mío está equilibrado, cuando voy a trabajar y a la gente le gusta lo que hago, cuando llego a mi casa y están bien las cosas. Hay gente que la pasa muy mal, peleando por su laburo o por su alimento, entonces estoy muy agradecida y pienso que soy afortunada, y ese es el éxito. No necesito más.
PING-PONG
Una verdura: Choclo.
Un árbol: Jacarandá.
Un animal: Todos.
Una palabra que te emocione: Compasión.
Teatro o televisión: Teatro.
Un libro: La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero.
*Publicado en Revista Convivimos. Septiembre 2023.