“VER DOCUMENTALES ME ABRIÓ LA CABEZA”. IGNACIO ROBAYNA

Es amante de la naturaleza y de las historias reales, y cuando alguna lo apasiona, la convierte en documental. Ahora está presentando El silencio del Impenetrable.

Los orangutanes lloran. Ignacio Robayna lo comprobó cuando fue a conocerlos a Sumatra, en Indonesia. Desde chico le interesaron estos simios por la sensibilidad que los acerca al ser humano, y asegura que aquellas lágrimas lo marcaron. “Fue de lo más fuerte y difícil que viví”, le confiesa a Convivimos.

El mundo animal siempre lo atrajo, por eso también viajó a Centroamérica para investigar sobre otro de sus preferidos, el yaguareté. De ese recorrido, que hizo desde México hasta Panamá, surgió su primer documental, Voces de Latinoamérica, que se estrenó en 2013. El foco no estuvo puesto en el felino, sino en algunas problemáticas de la región, como la pérdida de los conocimientos ancestrales, la deforestación y el uso de semillas transgénicas.

Al regresar sintió el deseo de filmar en territorio argentino y se fue en busca del yaguareté y de los proyectos para su preservación, particularmente en la zona del Chaco, donde menos ejemplares se veían. Durante la preproducción, los márgenes del tema se ensancharon, y no pudo dejar pasar los relatos sobre la estancia La Fidelidad y el asesinato de su dueño, Manuel Roseo, donde enseguida reconoció una película. “Si me obsesiono con una historia, quiero contarla”, dice el director de El silencio del Impenetrable. En este caso, el rodaje duró seis años, y el testimonio más difícil de conseguir fue el de la viuda de Roseo. Al igual que su primera película, este documental participó de festivales internacionales y ganó premios, como el del Público en el Patagonia Eco Film Fest.

Tiene 38 años y vive cerca del Tigre, donde comenzó filmando aves a la orilla del río desde el balcón de la pieza de su hermano. Su camino en el cine es autodidacta, encontró su vocación con la cámara en la mano, y cuando no hay rodaje a la vista, trabaja en la empresa familiar dedicada a la venta automotriz.

¿Qué es lo más difícil de hacer en un documental? 

Lo más complicado es la recaudación de fondos, todo lo previo a la película. Cuento con un equipo tremendo, tanto en rodaje como en posproducción, en video y sonido, son muy profesionales y están muy interiorizados en lo que hacen, tanto que se terminan apasionando con la historia y dando más de lo que uno espera.

¿Es imposible si la historia no apasiona?

Sí. Después hay otras ligas, gente que tiene la posibilidad de que le ofrezcan proyectos y elegir. No estoy en esa situación. Salgo a buscar la historia y con mi socia Masako Kano, terminamos solos financiando las películas, entonces si no nos mueve las entrañas ni nos produce picos de adrenalina, es difícil que nos metamos a llevar algo así, porque además de dinero toma mucho tiempo.

¿Qué poder tiene un documental? 

Siempre fui de ver muchos documentales, y por lo menos me han abierto la cabeza a ciertas historias, algunas películas me han llevado a querer informarme, a leer un libro o bajar información de Internet, enterarme de cosas a las que quizá de otra forma no hubiera llegado. No sé si un documental puede modificar las cosas a gran escala, pero a mí me moviliza mucho internamente.

¿Sos más amante de la naturaleza o del cine?

Un poco más de la naturaleza, en todas las expresiones, la flora y la fauna, el aire libre, el mar, la montaña, o salir de la ciudad; tampoco soy una persona que vive descalza en el monte. Y con el cine, me pasa parecido. No soy cinéfilo ni me la paso viendo películas, ni siquiera estudié la carrera. Sí, a la hora de hacer una película, trato de estar en todos los detalles para que salga un buen producto.

¿Es bueno el camino autodidacta?

En cualquier profesión, lo mejor es estudiar y tomar las herramientas que tengas al alcance. A mí me cuesta mucho el estudio, estar enfocado con un tema tanto tiempo, soy un poquito enquilombado y diversificado en algunos aspectos. Así que no me quedó otra que aprender así. La primera película la hice con pocas horas de cámara en mano y la filmé yo, eso me dio confianza. Luego, llegar a los festivales y obtener reconocimientos me dio la seguridad o las ganas extras que necesitaba. Decidí tirarme a una pileta donde había agua, no era desconocida, preferí realizar un documental y después ver qué pasaba o qué puertas se abrían.

¿Qué características tuyas son beneficiosas para el oficio?

Cuando algo me despierta curiosidad, trato de ir a fondo para lograrlo. Hay algo de perseverancia y optimismo. Es importante tener ese motorcito encendido, sobre todo para terminar el documental. Porque uno puede ir a filmar, conseguir buenas historias, pero después está el laburo de posproducción. Una película es como un cuadro, podés estar perfeccionándola, dándole retoques durante años, entonces hay que darse cuenta o aprender cuándo decir “hasta acá” y pasar a otra etapa.

CAFÉ CON GORILAS

“Tomo muy poco café, y cuando lo hago, lo endulzo y le pongo leche; solo, amargo, me es complicado. Soy más del té con jengibre y limón”, cuenta Ignacio. Además, revela que el mejor café que probó fue en Guatemala, desde donde incluso se trajo unas semillas.

Su viaje pendiente es al Congo, en África, para conocer a los gorilas de montaña, y le gustaría poder filmar a los pumas en la nieve de la cordillera de los Andes.

cafe con ignacio robayna

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*Publicado en revista Convivimos. Octubre 2022.