“QUIERO LLEVAR ESTA MÚSICA AL EXTERIOR”. SANTIAGO MOLINA

Sus orígenes gallegos lo llevaron a enamorarse de la gaita y a explorar la música celta desde la adolescencia. Luego de dos décadas de recorrido profesional, se animó al disco propio.

Foto: Jonatan Morel

Los antepasados de Santiago Molina parecen haberle marcado el camino. Nació en Claypole, Buenos Aires, donde hace más de veinte años encontró en el ropero de su abuela una gaita gallega a la que no soltaría desde entonces. A medida que iba aprendiendo a tocar el instrumento, más se adentraba en la música celta y se sentía tan cómodo como en su propia casa.

Si bien dice que no cree en los avatares del destino, se deja un margen a la duda, porque la historia de su vida lo desafía. Primero, le debe su nombre a Santiago de Compostela, la capital de Galicia, lugar de origen de su familia paterna. Además, cuando él tenía apenas un año, su mamá se hizo tirar las cartas del tarot, y le dijeron que uno de sus hijos sería músico. De tres hermanos, Santiago es el único que lo es. “Así que algo debe tener que ver desde el principio”, asegura, y comparte un dicho de aquellas tierras españolas: “Las meigas o brujas no existen, pero que las hay, las hay”.

En el 2000 comenzó su carrera dentro del género tradicional de Europa Occidental, pero recién este año se animó a publicar su primer álbum, al que llamó Desde un nuevo lugar. Incluyó tanto composiciones de su autoría como canciones del folklore argentino versionadas con una gaita gallega o con una flauta irlandesa.

“Perdí un montón de miedos al hacer este disco, lo cual me da seguridad para seguir investigando y experimentando con la música. Transformé mis temores y me dije: ‘Si me gusta y es lo que quiero hacer, por qué no hacerlo’”, comenta.

¿Qué te atrapó de la música celta? 

No podría explicarlo, pero me atrapó desde un primer momento. Sobre todo, la contención de mi familia, porque no es que iba yo solo a las clases, mi viejo me llevaba todas las semanas hasta el centro de la Capital Federal, después de estar trabajando todo el día. También tenía un primo con el que nos la pasábamos tocando. Después armamos un conjunto de música tradicional gallega con él, su papá y el mío, que no tocaba nada, pero agarró el bombo. Eso me entusiasmó a seguir, sobre todo al principio.

¿Qué se siente hacer el primer disco completo? 

Significa muchísimo. Primero porque se empezaron a abrir muchísimas puertas y, además, es la culminación de casi dos años de trabajo, muchas horas, esfuerzo y logística para todos los detalles. Es un disco autogestionado, entonces todo corre por mi cuenta, desde la producción artística y ejecutiva hasta lo económico, lo cual hace que el esfuerzo sea enorme, pero la satisfacción aún más grande. No es por quejarme, me encanta hacer las cosas por mí mismo. Soy muy curioso en todos los sentidos, me gusta aprender cosas nuevas todo el tiempo y tratar de ser bueno en eso que me gusta experimentar. Ver realizado el trabajo que lleva hacer un disco, desde las primeras notas hasta terminarlo, ver la gente escuchándolo y que me lleguen sus comentarios, es una satisfacción que pocas veces he vivido.

¿Cuál es ese “nuevo lugar” desde el que surge tu música?

La pandemia hizo que las cosas cambiaran en todo sentido y que yo tuviera otra perspectiva de la música en general. Dejé de pensarla como algo para después tocar en vivo, la hago y si después en un show se puede hacer tal cual está en el disco, buenísimo, si no, se modifica y no pasa nada. Además, me propuse diversificar un poco los estilos musicales. Entonces, lo de un nuevo lugar es eso, agarrar la música que convive en mí, la celta y el folklore argentino, pasarla por un filtro y verla desde otro lado.

¿Es un disco bisagra?

Sí, porque venía tocando, grabando y sacando música, pero nunca me animé a grabar un disco completo. De hecho, se fue transformando en disco a lo largo del proceso, empecé a grabar algunas cosas con el fin de sacar un tema, pero surgieron ideas y composiciones nuevas. Al principio era un single, después un EP de cinco temas y luego dije “Ya está, esto sigue creciendo, tiene que transformarse en un álbum; ¡al fin un disco completo, mi primer disco!”.

¿Cuáles son tus expectativas? 

Mi objetivo a largo plazo es poder llevar este disco al exterior, el folklore fusionado con la música celta y mis composiciones. Hacer conocer nuestra música tocada de esta manera, con otros instrumentos, en otros lugares donde no es tan conocida pero sí lo son esos instrumentos.

¿La música celta puede contar cualquier historia?

Sí, alegres, tristes, describir paisajes. Muchas canciones hablan de revolución, de hechos históricos, hay un amplio abanico de posibilidades sobre qué contar, tanto desde lo instrumental como desde las letras de las canciones.

¿Los argentinos estamos abiertos al género?

Hay un poco de todo. Por un lado, existe un cliché con lo fantástico, lo medieval, las hadas, más relacionado con la música celta más new age. Y por otro, se está abriendo cada vez más y está habiendo un público cada vez más interesado.

 CAFÉ CON GAITA

Santiago vive en Palermo, un barrio porteño colmado de cafeterías, a las que concurre habitualmente para pedirse un café flat white. Además, cuenta que de los platos tradicionales de Galicia, su preferido es la empanada gallega.

La gaita con la que toca la compró en su primer viaje a las tierras de sus ancestros a principios de este siglo. “Es un instrumento que dura toda la vida. Con el tiempo, solo hay que ir cambiando la caña”, explica.

Además de multiinstrumentista, es docente e integrante de la banda del musical Come From Away.

cafe con santiago molina

*Publicada en revista Convivimos. Noviembre 2022.