Los diez años con los que convivió con Goyeneche, un bulldog francés, fueron suficientes para abrirle los ojos a Carolina Ramírez. Algunos problemas de salud relacionados con su raza despertaron la sensibilidad tanto de ella como de su marido, el productor teatral Mariano Bacaleinik, sobre la problemática con los criaderos y la venta de animales. Por eso, no dudaron en que la obra Lo que queda de nosotros era la indicada para el debut de Carolina en la avenida Corrientes. “Además de una poética muy hermosa que no requiere grandes despliegues estéticos y el desafío actoral que propone, tiene que ver con la militancia sobre las mascotas y la tenencia responsable”, cuenta con su gata Flora en la falda y los perros Cazzú, durmiendo al lado, y Lupe, que da vueltas por su casa en Buenos Aires.
Lejos de buscar la masividad que consiguió con La reina del flow, la serie que se expandió internacionalmente a través de Netflix, la actriz colombiana desea que la obra tenga éxito para concientizar a la mayor cantidad de personas posible: “Más que la pretensión de hacerme famosa, quisiera que el mensaje llegue, que cambie paradigmas. Es una obra que pretende transgredir al espectador para que salga de ahí queriendo ser un mejor ser humano”.
Por eso, asegura que la temática interpela sin fronteras. “En cualquier parte del mundo tendría la misma pertinencia”, dice sobre la pieza mexicana que ya probó en Colombia.
¿Una obra que recomiendes?
Terrenal, de Mauricio Kartún.
*Publicada en revista Convivimos. Febrero 2023.