En 1957 publicó Salmo Bagual, su primer libro de poesías. Desde ese momento no dejó de escribir, aunque los diferentes golpes de Estado que se sucedieron desde 1963 le impidieran publicar. Un poeta con los pies sobre su tierra.
Por Daiana García Cueto Fotos: Jimmy Rodríguez
A cada pregunta, Edgar Morisoli (84) responde con un poema. Enamorado de la Patagonia pampeana, su obra refleja el paisaje y el compromiso con su tierra, sus pobladores y las problemáticas que viven. Nació en Acebal, en la provincia de Santa Fe, pero desde los 25 años vive en La Pampa, adonde ingresó por el pueblo de La Adela, en el sur; siguió por Colonia 25 de Mayo, en el oeste; y se asentó finalmente en Santa Rosa, la capital. Su casa de ahora queda en un pasaje de sólo una cuadra que parece deshabitado en el horario de la siesta.
De profesión topógrafo, se autodefine como una persona abierta al mundo. Su bibliografía se compone de 22 libros de poesía y uno de ensayos, ¿De quién es el aire? (Amerindia. 2013) con trabajos escritos entre 1985 y 2010. “Siempre he tenido que trabajar de otra cosa para financiar mi oficio de poeta. Pero lo más importante es escribir”. Morisoli es poeta en tierra de poetas como Olga Orozco y Juan Carlos Bustriazo Ortíz.
Reniega de “la poesía del yo” porque entiende que el arte está ligado al espacio y al tiempo de quien lo realiza. “No creo que el yo poético te abandone, pero aparecen otros impactos de la realidad más poderosos, como los hechos sociales, públicos e históricos”, dice. Entre sus producciones se incluye Obra callada, editada en 1994, luego de un largo período de silencio que comenzó con los años de la última dictadura en Argentina.
Las líneas de su próximo libro descansan sobre una máquina de escribir “suplente”, porque la titular, una vieja Remington, está rota y además –dice-, ya le resulta pesada para su artrosis. Una vida no basta es el título de la obra que viene. Edgar señala que precisamente no le alcanza para tantos proyectos pendientes.
¿Qué es la poesía?
Se puedan dar muchas definiciones, la más simple e insuficiente, es la de género literario. Lo es, pero es mucho más que eso, es una forma de vivir, al menos yo la experimento así. Una forma de entender la vida y de priorizar los objetivos, fundamentalmente los patrones éticos. Jamás organizaría mi vida en función de objetivos que considero menores, como la fortuna, el poder o la fama.
¿Siempre tuvo esa concepción?
Comencé a publicar muy joven, pero lo que considero mi obra genuina empieza en 1957 (Salmo Bagual). Desde ese momento mi concepción fue la misma. Tuvo sus interrupciones por razones ajenas a la obra entre el ´74 y el ´94. Fue silencio editorial, porque yo seguí escribiendo.
¿Por qué esos años de silencio?
Se corresponden con tres períodos sucesivos de marginaciones: el primero con el golpe que derrocó a Arturo Frondizi; luego en el ´66 con el golpe de Juan Carlos Onganía a Arturo Illia. Volví en el ´73 por tres años hasta el golpe de Jorge Rafael Videla. En total, 16 años cesante.
¿Por qué?
Por lo que expresan mis libros. Toda mi militancia está en mi forma de escribir.
¿Cómo es esa forma?
Es una poesía abierta al mundo, no es una poesía del yo. La poesía del yo existe y no va a desaparecer, le ha dado grandes páginas a la literatura universal. Mi persona es abierta al mundo y a los hechos de la sociedad, de modo que mi temática no solo se refiere al yo poético sino a las circunstancias que me rodean.
¿Es decir que el arte tiene una función social?
Sí, indudablemente. Nunca he vivido encerrado en una torre de marfil ni mucho menos.
¿Es una responsabilidad de los artistas?
Del que así lo siente. El arte tiene como requisito imprescindible la liberad más irrestricta, de modo que no se le pueden fijar premisas a ningún artista. La creación tiene que ser totalmente libre. Las épocas o los gobiernos que no lo han entendido así le han hecho mucho mal al arte.
¿Qué transformaciones ha generado su poesía?
Podrá haber llegado a la conciencia del lector y despertarlo en alguna faceta de la realidad que no había visto hasta ese momento.
Su poesía tiene mucho del lugar…
Llegué a La Pampa en 1956. Mis primeros años fui un hombre periférico, no vinculado a la capital, a Santa Rosa lo conocí después. Primero, viví en La Adela y 25 de Mayo, y generé un vínculo afectivo muy grande con esa zona, el sur y el oeste pampeano. Un vínculo profundo por el protagonista de ese paisaje. Porque en realidad, un paisaje no existe hasta que un hombre lo mira, ahí la geografía se convierte en paisaje, cuando algo le dice. He tratado de que esté presente en toda mi obra.
¿Quién es ese protagonista?
Es el hombre que vive ahí y que ha vivido por muchos años. En general, esas zonas son las más duras de La Pampa, las más patagónicas. De la Patagonia extra andina, de la meseta. Viví allí en tres etapas de mi vida, vinculadas a esas etapas de golpes militares que me interrumpieron la vida. Obviamente, después fueron ingresando otras temáticas a mi poesía, mas del tipo continental.
¿Qué le parecen las nuevas generaciones de poetas?
Hay muchas corrientes. Me siento más próximo a algunas que otras. Hay muchos poetas jóvenes que, como nos pasó a nosotros cuando lo éramos, comienzan por la poesía del yo, que parece inagotable, y tal vez para algunos creadores lo es. Pero también es cierto que, a medida que la vida transcurre, a esa poesía la siento agotada. Esos jóvenes son poetas que cultivan la trasgresión por la transgresión misma. Eso no me interesa. Quieren el impacto en el lector por vía de la trasgresión, y eso se ha hecho muchas veces.
¿Entonces, por qué vía se impacta al lector?
Por la sinceridad, la autenticidad. Por una cuestión genuina.
CAFÉ CON LECTURA
“Tomo muy poco café, me acompaña el mate amargo todo el día”. Su paisaje preferido está en las sierras de Lihué Calel, en La Pampa: “La sierra antes del alba, antes de que salga sol. En ese momento pertenece a la niebla”. Se confiesa un gran lector, y dice que de esa pasión surgió su amor por la poesía: “Tengo libros de cabecera que me acompañaron durante toda la vida, y lo siguen siendo. Son lecturas inacabables, porque son libros inacabables, siempre le dicen a uno algo nuevo a lo largo de las diferentes etapas se la vida”.
*Publicado en revista Convivimos. Marzo 2015.