Lila Downs es una de las voces más características de México. Su fuerza caló hondo en toda la región, hasta tal punto que en nuestro país agota entradas para sus shows. Encuentra la explicación en una afinidad muy grande: “Hay una necesidad de mirarnos en el espejo y vernos reflejados. Expresamos nuestra identidad de muy diferentes formas, pero somos hermanitos en ese sentido. Hay un nexo muy fuerte, incluso con toda Latinoamérica”, le dice a Convivimos días antes de su presentación en Argentina. Anticipó que, además de Balas y chocolate, regalará al público canciones de su próximo trabajo. “Mi último disco refleja una expresión personal al temor de la muerte y la tradición de celebrarla. Esa contradicción que somos los mexicanos nos causa problemas y nos causa mucha alegría”. Confiesa que espera que la música hable por sí sola: “Es el disco que menos pensé. Como antropóloga, me rebusco demasiado en los temas que abordo, y en este caso, no. Fue un poco más triste de lo que pensé sentirme en un momento, pero la música me ha servido como una terapia, para sacar los demonios que me atormentan”. Además, es un modo de dar a conocer la cultura de su pueblo, sobre todo a aquellos, como los norteamericanos, que poco saben de la región. “Entre nosotros hay cosas de la música que se comparten, nos parecemos, pero, de la frontera de México para arriba, no lo comprenden mucho. Por eso insisto en acercarnos con las cosas diferentes, a veces para los gringos es más accesible el mensaje con un blues”. Lila también canta en los idiomas nativos de su tierra, como el mixteca, del que afirma: “Es un mundo viviente y me da gusto que haya un renacimiento”.

¿El último recital al que fuiste?
Guadalupe Pineda, Eugenia León y Tania Libertad.

¿A quién recomendás?
Nina Simone y Rosa Passos.

*Publicado en revista Convivimos. Marzo 2016.