Estrella indiscutida del rock, luego de recorrer España, este mes inicia su gira por la Argentina. Subirse al escenario será, entonces, “cargar la suerte”.
Por Dai García Cueto Fotos Thomas Canet
Lo de Andrés Calamaro no es magia. Impulso creativo, noches sin dormir y un puñado de buenos amigos se combinan para que este gigante del rock haga lo suyo: canciones. Los hechos demuestran que está otra vez
en el ruedo y más afilado que nunca. Lejos del sentimentalismo, se sentó a la mesa de los bandidos para explorar otros territorios expresivos. El resultado fue Cargar la suerte, doce temas que lo elevan en su capacidad compositiva y que llegan en el aniversario número veinte de Honestidad brutal, uno de sus trabajos más icónicos.
“No me juzguen tan severamente”, dice al reflexionar sobre su carrera. Sin embargo, en el recorrido profesional de cuatro décadas, los aciertos inclinan la balanza. Tiene editados más de cuarenta discos, entre los que grabó como solista y como integrante de distintos grupos. En los 80 fue uno de Los Abuelos de Nada, y en los 90 formó Los Rodríguez. Además de admiración, su agradecimiento a Miguel Abuelo es eterno,
porque como tecladista de su banda pudo hacerse un lugar en la escena nacional y con él tuvo la primera oportunidad para que suenen temas de su autoría, como “Sin gamulán” y “Mil horas”, hoy hits indiscutidos
del cancionero popular.
Decidido desde hace unos años a no conceder entrevistas cara a cara, se toma el tiempo para redactar, con impecable ortografía desde Madrid, respuestas que transmiten una respetuosa amabilidad por el oficio que abrazó su padre (el periodismo), y demostrar que escribir está entre sus pasiones.
“Cargar la suerte” es también una actitud frente a la vida. En términos taurinos, podríamos decir que no es lo mismo hacerle pases al toro que torearlo. En la vida ¿qué cosas te parece que se están perdiendo de aquella práctica de los toreros?
Para los herejes, “cargar la suerte” es “ponerle el cuerpo” a las cosas. Y hacerlo despacio. Lo que tienen los toros es que muchas cosas ocurren al revés que en la vida. Ese conocimiento lo tenemos, pero hay que cultivarlo como a una planta.
¿Qué buscás en esas plazas?
Voy a los toros para estar, porque sigo aprendiendo a ver y a sentir después. Me falta haber nacido en España de un abuelo aficionado que me llevara a los toros a enseñarme eso. Soy una persona normal que no se cierra al arte ni lo discute.
¿Cuánto tenés de torero a la vieja usanza?
El torero español José Antonio me dice que lo que hacemos es “como pintar un cuadro y quemarlo después”. La torería en la música hay que entenderla, pero está ahí en todo lo que tocamos y cantamos, son conceptos
y existen aunque los ignoremos. Parar la pelota, templar y mandar es lo que hacen los toreros caros y los que inventan dentro y fuera de la cancha.
Las guitarras son protagonistas en el disco, ¿por qué elegiste ese sonido?, ¿cuál fue la búsqueda?
Buscamos entre cincuenta discos posibles para elegir uno, el que vamos a grabar. Casi siempre grabamos con dos guitarras. Cargar la suerte son canciones con solos de guitarra, las canciones no son excluyentes en el
rock, se puede prescindir de las canciones, pero no de un buen solo de guitarra. Pensé que había que grabar estas canciones con guitarra solista, aun así son canciones de tres minutos. Sin guitarras, el disco sería un membrillo.
“Voy a volver” suena especialmente como una promesa. ¿Qué cosas aprendiste del mundo que te sirvieron para entender mejor a la Argentina?
La Argentina sufre ciclos negativos que se repiten, nadie entiende por qué. Pero cambiar el eje se antoja necesario; en nuestro país estamos saturados de una información extraña, como si nos hubieran arrebatado el territorio cultural. Especialmente en Buenos Aires, donde estamos francamente contaminados. Viajar mucho es como leer mucho, es imposible no aprender del mundo.
En “Siete vidas” decís que fuiste virus, ancla, enano de jardín, encargado del faro del fin del mundo… ¿qué otras vidas te falta vivir?
Quiero vivir dos veces. De ser posible, que no sea como un enano de jardín. Este “Siete vidas”, en particular, pertenece a la Épica Linyera de Daniel Melingo. Nadie lo dice, pero todos somos asesinos en alguna de nuestras siete vidas, eso no es invento mío. Para eso vivimos siete veces, para saber lo que es quitar la vida de otra persona. No va a ser para reencarnar en una planta, a menos que sea venenosa. Obviamente, carnívora.
“Diego armando canciones” … ¿Sos el 10 del rock nacional?
No lo creo, pero alguien tiene que ponerse la camiseta. Me da igual el número en la espalda si no es el “doce más uno”. A veces somos arqueros atajando penales y otras veces asistimos con un centro templado para que el ariete marque el gol. Prefiero creer que soy el dorsal 14 o el 22.
¿Tu mejor grabación no es lo mismo que tu mejor disco?
El mejor disco tiene más suerte, mejores versos y está mejor cantado. Ni eso alcanza. El mejor disco podría ser instrumental y desafortunado. Grandes discos sin suerte hay tantos. Ni eso alcanza. Si grabé mi mejor
disco, no me di cuenta, o eso digo ahora para aparentar normalidad. Las grabaciones no son la hoja de ruta de un cantante, la música es tiempo real.
¿Honestidad brutal es tu mejor disco?
Para no llevarle la contraria a los que aprecian Honestidad brutal como mi mejor disco. Los discos son experimentos o accidentes, esporádicamente exitosos. En Honestidad brutal quisimos ampliar el campo de batalla. Es mi último disco del siglo veinte. No tachamos la doble generala.
Al momento de componer, ¿te sentís más vos con el instrumento o frente al papel?
Siempre fui alguien detrás de un instrumento, pero escribir los versos es un buen principio para terminar una canción. Las canciones las escribo para cantar, si no me dejaran cantar, sería yo con los instrumentos.
La amistad ocupa un lugar importante en tus canciones, ¿qué significa para vos?
Gratitud, amistad y respeto. Y lealtad desinteresada. Un mismo riñón. No ser mal educado.
¿Cómo son tus amigos?, ¿tenés amigos ilustres y desconocidos?
Sí, claro. Y algunos ilustres desconocidos. Mis amigos están para las malas, en las buenas comparten mis alegrías o mis desvelos.
Naciste en un hogar donde había muchos libros, música, arte. ¿Qué cosas heredaste de tu mamá y qué de tu viejo?
Soy una versión desmejorada de mis ancestros. Respeto el mandato generacional, pero heredamos de nuestros padres porque crecimos al cuidado de los viejos. De mi madre heredo la aproximación al trabajo y la piel muy blanca, sin arrugas, pero sin venas. Mi padre era un conversador total y no practicaba la nostalgia
en exceso. Creo que aprendimos a vivir sin pensar en el pasado ni en el futuro, leyendo Philip Roth.
40 años resumidos en cuatro palabras.
Si pueden ser cinco… “No me juzguen tan severamente”.
¿Estás “más allá del bien, más allá del mal», como cantás en “My mafia”?
Dentro de mis posibilidades, sí. Me rijo por la ética y la estética, la moral es abstracta. Fuera de los templos, no tiene demasiada importancia. Es el mandato de Miguel Abuelo, entre otros que desarrollaron la virtud con pensamientos, mayormente alemanes como rulemanes.
NERVIO
En algún momento, Calamaro sacó a lucir sus aires arrabaleros y su voz gastada de cantor urbano animándose al tango. Ahora, su reciente incursión es por el periodismo. Lanzó Nervio, una revista digital donde ocupa el rol de director y que tiene como editor al periodista Rodolfo Palacios. En el proyecto convergen nombres destacados de la música, los medios y la literatura: Enrique Symns, Fabián Casas, Luis Ortega, Enrique Bunbury, Fabricio Oberto, Pablo Ramos y Litto Nebbia, entre otros.
El lema de la revista es “Ni periodismo ni literatura, la suma de las tres cosas… ¿cuál es la tercera?
El delito.
Lanzaste la revista el 13 de enero en el aniversario 13 del llamado Robo del Siglo. ¿Elegiste ese número para desafiar a la suerte?
De ninguna manera, soy muy respetuoso con esas cosas. La suerte contraria.
¿Seguís yendo al cine?, ¿cómo te llevás con Netflix?
Salgo poco, me gustaría llevar a mi hija Charo (13) al cine porque así crecí yo, yendo con mis padres. A mi niña le incomoda si llamo mucho la atención, esas cosas que yo aprendí a sobrellevar con tranquilidad. La pantalla portátil es la prolongación de mi codo. Me siento como en casa en cualquier parte.
¿Te imaginás viviendo en Buenos Aires después de los sesenta o preferís seguir siendo un nómade?
Eso no depende de mí, podría instalarme en un solo sitio o seguir viajando, creo que prefiero ser un nómade con vocación sedentaria. Hay un mundo afuera de Buenos Aires y ya nací acá. Y aquí sigo, los sesenta es pasado mañana. Es mucho tiempo. El fin del mundo advierte que se aproxima.
¿Por qué te hiciste hincha del Rojo?
En el momento donde estas cosas ocurren, el padre de un chico del colegio nos llevaba a ver a los “Diablos”. No tengo el espíritu de las hinchadas, me identifico más con los futbolistas que juegan en Europa. Independiente no es un equipo obligado a ganar siempre, es el fútbol que tiene que entrar en sintonía con la platea.
*Tapa de la revista Convivimos. Octubre 2019.