“ME ESTÁ PASANDO LO QUE IMAGINÉ”. CAMILA FABBRI

Con un nuevo libro de cuentos, Camila Fabbri se consolida como una autora original y salvaje. Conversación con una chica tímida.

Me recuerdo muy solitaria de niña, me inventaba mis entretenimientos y mundos alternativos. Estaba todo aquí dentro”, dice Camila Fabbri, señalándose la cabeza con su mano.

Algo indecisa sobre cómo canalizar esa imaginación, a la que reconoce con tendencia al fatalismo, primero probó con la carrera de dramaturgia. Escribió y dirigió cinco obras de teatro, también se subió al escenario como actriz, pero descartó esa faceta, al menos, por el momento. Sí le interesa la actuación en cine, incluso fue nominada a los premios Cóndor de Plata por su participación en la película Dos disparos.

Finalmente, en la literatura encontró su oficio y asegura que quiere quedarse. En abril presentó Estamos a salvo, con relatos que escribió sola, sin la guía de maestros. Se trata de su tercer libro, el segundo de cuentos, antes publicó Los accidentes y luego la novela de no ficción El día que apagaron la luz, sobre la tragedia de Cromañón.

Dos veces a la semana viaja en colectivo a San Isidro, donde trabaja en la Subsecretaría de Cultura del municipio. En esa hora y media, aprovecha para leer, y si se le ocurre alguna idea, enseguida abre un archivo y la anota. “Para escribir me puedo adaptar, esté donde esté, armo mi propia isla donde sea”, cuenta con Thelma, su gata, acomodándose delante de la cámara en la videollamada. Sin embargo, confiesa que con los horarios de escritura es bastante desprolija y que ordenarlos es una deuda pendiente.

Hace unos meses, la revista inglesa Granta la eligió como una de las promesas literarias sub-35. Recién la próxima primavera cumplirá 33 y, si se anticipa al futuro, en la vejez se imagina casi como ahora. “Quizá con una familia más conformada, hijos y pareja, que aún no me pasó, pero escribiendo, publicando, viajando, dedicándome a lo mismo”, confiesa con una sonrisa tímida y tocando el arito de su oreja.

¿Qué sentís cuando dicen que sos una de las voces más destacadas de la literatura joven? 

Es extraño, pero es una buena noticia que se valore el trabajo que vengo construyendo hace tantos años. Desde que terminé el secundario estoy formándome en la escritura y buscando espacios propios, no hice carrera académica, lo intenté por otros medios. Fue con mucho tesón perseguir ese oficio. En principio, es el puntapié para confiar en lo que vengo haciendo y para seguir valorando la mirada que me dieron.

¿Sos exigente?

Muy. Lo primero que pienso con esta mención es que ahora tengo que cuidarla, hacerme cargo y seguir escribiendo para que eso pueda reformularse y, después, cuando ya no sea joven, continuar siendo alguien en el oficio.

¿En qué momento te encontraron los relatos de Estamos a salvo?

Algo interesante de los cuentos es que pueden abarcar diferentes momentos o años. Estos empezaron a gestarse en 2015, y el libro me encontró más segura de haber conseguido el camino de esta profesión. Con Los accidentes estaba en el proceso de entender si quería dedicarme más a la actuación, a la dirección de teatro o a escribir. Los relatos de Estamos a salvo me encontraron con la certeza de querer ser escritora, de querer perseguir ese título y sintiéndome más segura.

¿Qué te atrapa del género cuento? 

Me gusta más también como lectora, y como escritora es donde me siento más cómoda. En contener un mundo en pocas carillas encuentro una resolución mucho más precisa, quizá se asemeja a la idea de lo poético, de lo breve, y de la dramaturgia en lo conciso. Quedarse tanto tiempo con los personajes como exige una novela se me dificulta, algo me abruma o siento la necesidad de pasar a otra cosa. Igualmente, no tiene que ver con la ansiedad, sino con la urgencia de ir creando distintos mundos, como si algo de la imaginación se derramara más rápido.

¿En la literatura “estás a salvo”? 

A veces pienso que sí. Siempre fui muy silenciosa, y eso trae mucha interioridad, muchas ideas. Los pensamientos tuvieron que encontrar su ruta, no podían quedar tan guardados, encerrados. La escritura y la literatura tienen que ver con darle un lugar a todo eso que está contenido y es pura imaginación. Cuando puedo volcarlo en una historia que empieza y termina, sobre todo que tiene un fin, ahí descansa la sobrecarga de las ideas. Es una forma de salvarse a uno mismo de ese mundo interior.

¿Qué metas tenés?

No lo tengo tan en claro. El reconocimiento de Granta, tener el visto bueno de escritores que admiro, los comentarios de Leila Guerriero sobre lo que escribo en su taller son cosas que se parecen mucho a los lugares que quería llegar. Sin dudas me gustaría que sucedan otras cosas, como que los libros se traduzcan, que viajen a lugares recónditos y yo también pueda ir con ellos. Me están sucediendo cosas que tienen que ver con lo que me imaginaba, con lo que quería que pasara con mi trabajo.

CAFÉ CON ADULTEZ

Camila no arranca el día sin un café. “No sé si es una adicción o qué, pero me encanta. Desayuno un café ya en el escritorio, abriendo mails y respondiendo. Y si salgo a un bar, pido café con leche”, revela. Mientras disfruta del lanzamiento de Estamos a salvo, sin apuro revisa una novela corta que escribió en 2018 mientras reúne algunas producciones nuevas para otro libro. “Lo que se viene será sobre temas del mundo real, ni cuento ni novela, el aquí y ahora de mi adultez”, anticipa.

CAFE CON CAMILA FABBRI

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*Publicada en revista Convivimos. Junio 2022.